Vuelve el mito, la leyenda, aquel que hace sudar a Chuck Norris. Y viendo cómo fueron las dos primeras entregas, tenía muchísimas ganas de ver más después del prometedor final de su antecesora; pero todo alguna vez tiene que bajar.

Keanu Reeves ha nacido para encarnar a este personaje. Un John Wick encarnado por otro actor creo que terminaría en su contra, y Chad Stahelski no echa mucho de menos a David Leitch en la dirección, aunque los escritores de las aventuras de Wick creo que ya empiezan a rozar los límites. Y eso que son cuatro los encargados del libreto. La tercera parte de la historia empieza a vislumbrar fisuras que aún no afectan gravemente a la obra final, pero puede hacerlo si para la cuarta sigue por este camino.

Un camino con la marca de la casa (peleas brutales, sangre a chorros y tiros), pero que empieza a rizar el rizo con las peleas y tiene momentos cómicos que sacan un pelín de la cinta. La franquicia empieza a notar el paso del tiempo y se le ven heridas que si no se curan pronto pueden dejar peor a la ya anunciada cuarta entrega, que parecía injustificada cuando se anunció, si bien tiene su sentido una vez visto este filme.

No todo es dar la alarma, sino que han aumentado el universo de forma ingeniosa y puede dar mucho juego para el futuro o para proyectos paralelos que se les ocurran; además, las incorporaciones nuevas entran como una mano en un guante, especialmente Halle Berry. Y la película en sí aún sigue siendo bastante disfrutable.

Para 2021 está fijada, de momento, la cuarta visita a la gran pantalla de Jesucristo cabreado. Cuando supe la noticia me chirrió, si bien creo que ahora tiene su sentido. Eso sí, para acabar la franquicia por todo lo alto deberían cerrar la historia ahí antes de seguir alargando la ídem. Más entregas podrían hacer que la leyenda de Wick empezase a entrar en barrena.

Nota real: 7.5