Segunda parte de una historia en la que sobra casi hasta la primera parte. Me acerqué al cine a ver la primera entrega por la simple ilusión de ver en pantalla esos dinosaurias que me fascinaban de crío. En ver esta segunda entrega supongo que aún tuvo que ver algo esa fascinación infantil. Pues bien, por más que el señor Spielberg los enrole en bodrio tras bodrio, seguirán fascinandome los dinosaurios. A pesar de Spielberg y sus bodrios. Como si de una de terror de adolescentes se tratase, el único interés reside en adivinar a quién se van a comer los dinosaurios primero. Y en encima es fácil de adivinar. Mi querido T-Rex convertido en un Fredy Krueger cualquiera... Vayase señor Spielberg.