La primera hora de la película resulta bastante convincente, se consigue mantener la tensión y la atmósfera gracias a una trama de lo más oscura y perturbadora potenciada por el excelente trabajo de sus protagonistas, en especial Martin Sheen, en el que para mí es su mejor trabajo con permiso de Apocalypse Now y El ala oeste de la Casa Blanca. También Robert Loggia aporta su profesionalidad y contribuye a enriquecer la calidad de la película en un papel similar al que le reportó su única nominación al oscar por Al filo de la sospecha. A ello añadimos la inquietante presencia del sacerdote vudú encarnado por Malick Bowens visto en Memorias de África.

El problema viene en la resolución de la historia cuando Sheen y su abogado se lían a tiros contra los miembros de la secta. Aquí se pierde en credibilidad. No obstante, el final deja una sensación de angustia al comprobar como la mujer de Sheen acaba volviéndose una creyente de la santería. El guion procura diferenciar entre la muy respetable y ancestral santería que no tiene nada de malo y la brujería en la que se practican sacrificios humanos.

Por cierto que no me quedó claro si finalmente el abogado muere.