La película retrata el asedio a la embajada estadounidense y la muerte de su embajador en Bengasi, Libia poco después de la caída de Gadafi. Técnicamente resulta espectacular y muy entretenida, el problema está en la manera en que se cuentan las cosas. Los marines americanos están retratados como una especie de superhombres que van de sobrados víctimas de la burocracia y los chupatintas cobardes.

La película viene a ser un alegato a favor del ejército americano y a su vez una demoledora crítica contra la cadena de mandos civiles que con sus dudas y torpezas acaban siendo los culpables del agravamiento de los problemas. Todo esto queda claro y me parece muy bien porque estoy de acuerdo, lo malo es que a la hora de mostrar a los personajes se utilizan trucos manidos para potenciar el dramatismo como la apelación a la familia, a los hijos y demás que resultan cansinos. A la historia, excesivamente larga, le cuesta entrar en acción, y resulta intencionadamente confusa. Nos identificamos con los soldados que no saben muy bien quién es el enemigo y quiénes son aliados.

El gran mérito de la película es mostrar con todo lujo de detalles las situaciones extremas a las que se enfrentan las fuerzas especiales norteamericanas. Esto resulta impactante y te mantiene interesado en saber la suerte que correrán sus protagonistas. Algo que ya vimos en Black Hawk derribado, de hecho en la película hacen mención a este episodio, pero para mostrar una situación de combate de la manera más fidedigna posible sigo prefiriendo la Ridley Scott.