Película que sin hacer mucho ruido deja un buen sabor de boca tanto por su notable entretenimiento como por la mala leche que lleva dentro. Un ladrón cae, por circunstancias, en una cárcel-poblado mexicana en donde la corrupción y la violencia es el pan de cada día. Allí se encontrará con el dilema moral que surge al conocer a un niño de diez años que le ayuda dentro del penal y posterior arreglo del desaguisado.

Toque muy macarra, pícaro y con humor de un Mel Gibson que, pese a tener algunos sonados fracasos en pantalla últimamente y a la repulsa social que provoca dada sus manifestaciones en muchos ámbitos, sabe salir a flote con un papel que le viene como un guante. Gracioso el homenaje a Eastwood dentro de una película con mucha sangre y mucha mala uva, pero que deja muchas cosas en el aire sin explicación.