Aronofsky filma como Dios. Con pleno conocimiento sobre el lenguaje cinematográgico desarrolla una historia oscura y profunda. Sin embargo, a pesar de que su primera hora es maravillosa, conforme el metraje avanza, el filme se vuelve ambicioso y poco convincente. Intenta ser transgresor pero se vuelve predecible y poco convincente. Sin embargo, las locaciones son extraordinarias, las actuaciones impecables (todo el reparto está sensacional, excepto Booth), la banda sonora es magistral y profunda, la fotografía preciosa y exageradamente bien lograda. Aronofsky filma su película más ambiciosa y quizás la menos lograda de su filmografía, y con todo y eso, resulta agradable a la vista.