Una de las películas más absurdas que he visto y, sin duda, la peor del brillante Fincher hasta el momento. De hecho, sólo su talento para lo visual y el buen trabajo de los actores mantienen a flote un demencial argumento construido a partir de un artificio que con cada giro efectista asesta un golpe mortal a la verosimilitud y otro al sentido común. Virtuosismo vacío y pedantería narrativa en un imposible juego de prestidigitación que, al menos a mí, no me interesa lo más mínimo. Creo que hay que ser muy fanático de Fincher para tragarse las estúpidas e increíbles trampas que el guión nos tiende a cada minuto, a cual más imposible. El final, de mear y no echar gota.

Un reloj de los chinos envuelto en un exquisito estuche de Rolex que da la hora (las dos horas, aunque parecen tres), pero del que uno jamás se fiaría para llegar a tiempo a una cita. Siendo generoso, resultona. Siendo sincero, un truño.