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Voto de Taylor:
9
7,8
25.031
Drama. Comedia
Judah y Clifford son dos hombres enfrentados a sendos dilemas morales de diferente gravedad. Cuando Judah, un reputado oftalmólogo, pretende poner fin a su relación extraconyugal, su amante lo amenaza con arruinar su vida contándoselo todo a su esposa; según su hermano Jack la única solución es asesinarla. Por su parte, Clifford es un director de documentales que se ve obligado a rodar una película sobre su cuñado, al que desprecia. (FILMAFFINITY) [+]
19 de diciembre de 2009
54 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres pelis memorables, fascinantes, sublimes… O que me lo parezcan, vaya. Eso es todo cuanto le pido a un cineasta para que entre a formar parte de mi particular ranking de realizadores predilectos. Tres obras maestras y -puestos a pedir- cierta coherencia estilística o discursiva innegociablemente afín a mi modo de entender el cine. Sólo eso. Pues bien, desde ayer mismo, Woody Allen figura con todo merecimiento en ese ranking de favoritos. Compartiendo laureles con los Hitchcock, Leone, Kubrick, Ford Coppola y compañía.
La ‘culpa’ la tiene, como no, “Delitos y faltas”. La tercera. La definitiva. El último peliculón que me quedaba por ver del bueno de Woody para poder considerarlo, de una vez por todas, como uno de mis 10 cineastas favoritos. Un privilegiado status que Allen alcanza merced a una agridulce comedia que contiene todas y cada una de las constantes de su cine (ya sabéis… verborrea inteligente, algo de sexo, algo de religión, algo de moral, algo de cine, algo de música…) extraordinariamente canalizadas a través de dos historias que discurren paralelas y que solo confluyen al final, en uno de los desenlaces más brillantes y demoledores de toda la filmografía de mi gafapasta predilecto.
Y aquí quería llegar. Al desenlace. Porque si algo me conmueve, me sacude y me impresiona de “Delitos y faltas” es la increíble naturalidad y desparpajo con la que un Allen hiperpesimista se carga de un plumazo esa poderosísima influencia que siempre ha evidenciado tener el ‘crimen y castigo dostoyevskiano’ en nuestra sociedad dándonos a entender que en este perro mundo, lamentablemente, ser bueno está muy mal pagado y con demasiada frecuencia, en cambio, ser malo tiene premio. Hay que joderse.
La ‘culpa’ la tiene, como no, “Delitos y faltas”. La tercera. La definitiva. El último peliculón que me quedaba por ver del bueno de Woody para poder considerarlo, de una vez por todas, como uno de mis 10 cineastas favoritos. Un privilegiado status que Allen alcanza merced a una agridulce comedia que contiene todas y cada una de las constantes de su cine (ya sabéis… verborrea inteligente, algo de sexo, algo de religión, algo de moral, algo de cine, algo de música…) extraordinariamente canalizadas a través de dos historias que discurren paralelas y que solo confluyen al final, en uno de los desenlaces más brillantes y demoledores de toda la filmografía de mi gafapasta predilecto.
Y aquí quería llegar. Al desenlace. Porque si algo me conmueve, me sacude y me impresiona de “Delitos y faltas” es la increíble naturalidad y desparpajo con la que un Allen hiperpesimista se carga de un plumazo esa poderosísima influencia que siempre ha evidenciado tener el ‘crimen y castigo dostoyevskiano’ en nuestra sociedad dándonos a entender que en este perro mundo, lamentablemente, ser bueno está muy mal pagado y con demasiada frecuencia, en cambio, ser malo tiene premio. Hay que joderse.