“Caza a la espía” ha juntado un argumento basado en la Guerra de Irak con Sean Penn, uno de los actores más políticamente beligerantes de Hollywood, de los que piensan que la labor social de un actor no tiene que reducirse a entretener al público sino que tiene que aprovechar su tirón mediático para enviar toda clase de mensajes (ultrademócratas para el que no lo sepa), reconstruir Nueva Orleáns o apagar incendios en California (no sólo los que amenacen sus mansiones, malpensados). Cuando uno piensa en esa mezcla, es inevitable que le venga a la cabeza la idea de que tiene por delante un panfleto cinematográfico anti-Bush, anti-guerra y anti-todo… vamos, para que nos hagamos una idea, como si juntásemos a Willy Toledo, Alberto San Juan y Luis Tosar en una visión neutral (ja) sobre la crisis del Prestige (jaja) dirigida por Almodóvar (jajaja).

Pues no. Durante dos horas Penn y Naomi Watts recrean la vida de una no muy convencional familia (él diplomático, ella espía) que ven sus vidas patas arriba por el afán revanchista de ciertos funcionarios de la Casa Blanca que echan toda clase de mierda reconorsa sobre ellos por un quítame allá esos artículos de opinión. Con unas interpretaciones a la altura de las reputaciones de sus protagonistas, un guión que no cae en el sensacionalismo y el ritmo apropiado, la recreación de esos hechos basados en sucesos reales resulta todo convincente que se proponían los responsables de la película. Convincente y, por qué no decirlo, interesante. Aunque se trate de hechos que pasaron desapercibidos fuera de EEUU, que un gobierno democrático intente acabar con la vida y la carrera de ciudadanos por el hecho de discrepar de su política es algo que merece la pena ser contado y atendido.

“Caza a la espía” tiene una introducción sobre el papel de Watts en la CIA (trepidante e interesante de ver pero a todas luces exagerada, fuera de lugar, le quita credibilidad a la historia) y de Penn como diplomático retirado (más sosegada, más sobria, más verosímil); un nudo muy bien llevado en el que el poder en la sombra de la Casa Blanca se deja entrever con muy buen tino, sólo con aquello demostrable que luego se confirmó en el juicio, así como el efecto en sus vidas profesionales y privadas; y un desenlace muy sensato y contrastable en la parte política/profesional aunque menos riguroso (más licencias de TV-movie) en la parte personal.

Muy agradable de ver y muy interesante. Buena película.