Ante todo, decir que desconozco si Peter Rabbit es un elemento conocido en el mundillo infantil – tipo Pocoyo, Bugs Bunny o Gargamel-, un icono de la cultura popular - tipo Pepito conejo- o un personaje original creado a propósito para una película que introduce protagonistas animales hechos por ordenador a interactuar con humanos en un producto claramente infantil y sin pretensiones. Ni la historia ni el guión son precisamente “La colina de Watership”, ni los protagonistas digitales son la octava maravilla, ni los protagonistas humanos (Domhnall Gleesom y Rose Byrne) muestran gran química, pero el conjunto hace pasar un rato entretenido, agradable incluso. Supongo que es imposible no encariñarse con mascotas simpáticas que hacen cosas simpáticas en un entorno campestre lleno de color y de flores.

Lo más destacado es que, probablemente, esta película pasará al a historia por la demanda que le puso una asociación de alérgicos ingleses con ganas de llamar la atención -y embolsarse probablemente de paso alguna subvención- que se hicieron los ofendiditos porque una de las tretas del conejo bribón para deshacerse de su enemigo humano, consistió en hacerle llegar comida que le provoca un shock anafiláctico a sabiendas. Desconozco cómo acabó la cosa, pero sólo por ver a esos indignados profesionales haciendo el ridículo, merece la pena hablar bien de esta película.