Nunca me he considerado con una mente especialmente brillante. Conseguí terminar una ingeniería de cinco años en seis, pero más por sudor y codos que por talento. A ver, tampoco es que sea tonto, me gusta leer, me gusta la historia, hago crucigramas que no suelo terminar del todo, intento resolver los pasatiempos de ajedrez («juegan negras y ganan») pero tampoco suelo pasar de los primeros movimientos. De lo que sí estoy orgulloso es de que se me suelen dar bien los psicotécnicos. Y no las chorradas esas de autoescuela, sino las series numéricas de «averigua qué número viene ahora» y los polígonos locos esos que te ponen secuencias de octógonos y paralelogramos con diversos patrones de color o sombreado y luego te preguntan si la siguiente figura es un rombo de rayas verdes con un punto abajo o un cuadrilátero mitad blanco mitad negro con una estrella arriba. De hecho, para conseguir mi trabajo actual y luego para subir de categoría, tuve que enfrentarme a dos de esos, CADA VEZ, y los pasé con nota.

Suelto todo este rollo para insistir en el hecho de que no sólo no soy un zoquete sino que tengo ciertas habilidades en cuanto a abstracción y establecer relaciones lógicas. Y aún así, “El niño y el mundo” me superó y tuve que abandonarla entre el minuto once y el catorce (de los ochenta que tiene la joya esta). Consiguió que me sintiera cortito, por no decir retrasado. Figuras por aquí y garabatos por allá moviéndose en modo random por pantalla con desquiciantes juegos de colores. Mientras conservé parte de mis facultades mentales, gracias al nombre de la película, llegué a deducir que lo que se mostraba en pantalla era alguna clase de intento de instanciación de los pensamientos de un niño… pero lo mejor que puedo decir es que es un coñazo de mucho cuidado. Una performance aburrida, un experimento académico con un hipotético interés para estudiantes de magisterio o psicología. Pero una auténtica tortura para el espectador de a pie. No sé los demás, pero yo no fui capaz de atar ni un solo cabo, ni establecer ninguna asociación entre la parte gráfica, la parte sonora y la parte mental.

Viendo las maravillosas valoraciones obtenidas del público generalista y los maravillosos comentarios de la crítica mediática, no discuto que sea una obra maestra. Igual que creo que no pude tomar mejor decisión que dejar de perder el tiempo con algo que no iba a saber apreciar. Avisados estáis.