Típico producto covid en el que los confinamientos multiplicaban la demanda de entretenimiento y las restricciones imponían todo tipo de trabas a la hora de desarrollar proyectos que generasen catálogo para satisfacerlo, resultando en obras de escasa profundidad, pocos medio, mucho reciclaje de material escrito y desechado, así como reutilización de atrezzo o escenarios. El tono general se movía continuamente por la frontera del telefilm y, sólo en los momentos álgidos, rompía el techo de la serie B y podía pasar por algo serio. A cambio, se benefició de muchas caras conocidas trabajando en lo que hubiera disponible con considerables recortes de caché.


“Un ladrón honrado” no hubiese tenido ninguna oportunidad un par de años antes, pero las circunstancias mandaron y nos trajeron a Liam Neeson junto a varios secundarios habituales a los que siempre es agradable encontrar (Walsh, Courtney o Patrick) en un thriller de premisas absurdas, un desarrollo tópico y un desenlace previsible que, sin embargo, ofrecía buenos rendimientos en aquel momento donde cualquier entretenimiento era bienvenido y, tres años después, aún tiene un pase por la energía que desprende un equipo que, como tantos otros colectivos en aquel momento, da lo mejor que lleva dentro en esas condiciones tan difíciles.

No es gran cosa, pero merece la pena verla con ojos generosos.