Nos adentramos desde el principio en el proceso creativo de la protagonista en busca de inspiración en la campiña francesa y la vamos siguiendo en su rutinario día a día, vemos como desayuna, como cena, como disfruta del sol y por supuesto como desenrolla ese toldo que cubre la piscina. No pasa nada extraordinario en estos compases de la película pero se disfruta viendo esa luz que ilumina la pantalla, esos silencios que acompañan a la protagonista, esa tranquilidad que desprende la casa de campo. Se puede sentir el verano, el calor y el ruido de los pájaros en cada fotograma.

Pero a pesar de encontrar toda la tranquilidad que necesita sigue sin llegar la inspiración, hasta que llega la joven y exuberante Ludivine, que como indica su nombre está divina.

Película que por supuesto hay que ver en versión original, pues mezcla partes en francés e inglés.