¡Vaya morro! Entre sombras se erigiría fácilmente en la película más tramposa del siglo XXI. Eso, siendo generoso. La engañifa a que nos someten Anthony Byrne y Natalie Dormer es descomunal. Debo callarme por aquello del spoiler, pero ni siquiera la tramposa de tía Agatha osó jamás cometer tal afrenta. Y lo peor es que lo ves venir. No te lo puedes creer, pero lo ves venir. No hay escena más marrullera que aquella protagonizada por un pequeño vial que cae al suelo. No puedo decir más. Aunque hay más escenas preparadas para garrulos, por supuesto.
Una dulce pianista ciega (Natalie Dormer, la Margaery Tyrrell de Juego de tronos, aquí en cometido de co-guionista amén de protagonista) vive en un amplio apartamento de Londres (un pisazo, en realidad). En el piso de arriba vive su vecina Veronique, propensa a la histeria y a pasearse con escotes descomunales. Un día, Veronique aparece muerta en la calle, un aparente suicidio. A partir de ahí se desarrolla una intriga que se remonta a la guerra de Bosnia, con un malvado carnicero aficionado a violar ciegas, un grupo que se lo quiere cepillar, unos malvados rusos que, como todo el mundo sabe, no paran de tocar los huevos al mundo, la intrigante factótum del serbio asesino, su todavía más críptico hermano... La pobre cieguita se ve envuelta en esta tupida telaraña de crímenes y violencia, pero no es oro todo lo que reluce...
De no ser por la engañifa de la que hablaba al principio, los cabos sueltos, las incongruencias, los fallos de guión, las situaciones manidas, tal vez la habría aprobado, pero... Hay que verlo (hasta el mismísimo final) para creerlo. En cuanto al apartado interpretativo, Dormer está correcta, y hasta se desnuda un poquito, Joely Richardson, como sabéis hija de la gran Vanessa Redgrave, se muestra truculenta y grandilocuente, el interés amoroso de la pianista invidente, Ed Skrein es bastante soso, y los secundarios cumplen. Chapeau para Emily Ratajkowski. Sale poco, pero sus escotes dejan sin aliento.