Los que recordamos con cariño Escondidos en Brujas, uno de los mejores thrillers de los últimos años, nos hemos quedado de pasta de boniato con lo nuevo de Martin McDonagh, ya bien explícitado en el título, un montón de chiflados que matan y se matan mutuamente por un quítame allá ese chucho. No sabes a cuál peor, pero entre Sam Rockwell (qué miedo, lo hace demasiado bien...) y Woody Harrelson (a éste ya le viene de lejos, empezando por el padre que murió en la silla eléctrica) anda el juego. Es una película actoral, básicamente, y se nota que McDonagh le ha pillado gusto a experimentar, pero el guión es una tarantinada que sin duda habrá complacido a nuestro psicótico favorito. Por fortuna, es misericordiosamente breve y aguantas hasta el final, y encima con el placer añadido de ver de vez en cuando a Waits y Stanton, a cuál más pirado.