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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
7
Drama Basada en hechos reales. Philomena Lee, una adolescente irlandesa que vivía en un internado de monjas, se quedó embarazada y se vio obligada a dar a su hijo en adopción. Cincuenta años después, decide contárselo a su hija y se pone en contacto con un periodista de la BBC para que le ayude a contar su historia y a encontrar a su hijo. (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2014
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En el nombre de Dios/Alá/Jehová se han perpetrado, y se perpetran, barbaridades sin freno que en pleno siglo XXI nos hacen dudar cada vez más de la cordura de ese grotesco homínido al que llaman ser humano. Philomena documenta el tráfico de bebés que llevaron a cabo monjas de la muy meapilas y cateta Irlanda en el siglo pasado. Arrebataban a pobres huérfanas o abandonadas el fruto de sus pasiones prohibidas y los vendían a millonarios que necesitaban un hijo para completar sus pertenencias. Philomena es una de esas madres que, al llegar a la vejez, siente la necesidad de saber qué fue de su hijo. Para ello se embarca en una búsqueda que la llevará hasta Estados Unidos en compañía del periodista Martin Sixsmith, sólo para tener que regresar a Irlanda, al mismo lugar regentado por monjas donde empezó su odisea. Stephen Frears, uno de esos directores que siempre busca encontrar nuevos temas con los que alimentar su filmografía, casi siempre con buenos resultados, filma esta historia sin ceder ni un momento al sentimentalismo ni al panfleto anticatólico. La cámara muestra, nunca juzga, aunque todos sabemos de qué parte está el autor. Basta con escuchar los diálogos entre los dos protagonistas, tan alejados el uno del otro, él ateo, ella todavía creyente, para saber cuál es la intención de Frears: plasmar la realidad de unas personas que luchan por un fin común a pesar de sus diferencias. Con un Steve Coogan que cada día me gusta más, aquí dejando a un lado su habitual egocentrismo, y una Judi Dench sencillamente inconmensurable, Philomena es una de esas películas que quedan para siempre en el poso de la historia cinéfila, eso que se llama una obra de arte, accesible a quien posea un mínimo de sensibilidad. Ruego, por favor, que nadie pase por alto la excelsa partitura de Alexandre Desplat, el mejor compositor de bandas sonoras de la actualidad, y el único a la altura de los grandes clásicos del pasado, Steiner, Newman, Goldsmith, Bernstein, Jarre. Pura maravilla. Una película conmovedora y ejemplar.
Eduardo
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