Puro desprecio.
Al cine, a la cinematografía, pero, sobre todo, al espectador.

Uno piensa, mientras transcurre la trama (porque de simple, deja barra libre a la imaginación), cuál es el precio de que Robert DeNiro haga una encarnación del ciudadano medio-psicópata en 'Taxi Driver', cuánto costará que en 'Apocalypse Now' cada milímetro de jungla permanezca bañado en luz alucinógena o el pago de una crítica demoledora a nuestra cultura de la auto-satisfacción en 'El Club de la Lucha'.
Y entonces, despiertas de soñar despierto y ves que estás viendo una captura cutre de una pantalla de ordenador con los cuatro jóvenes guapos de turno masacrados por un terror de pena y un guión de vergüenza. De repente, todo tiene una respuesta: da igual lo que DeNiro y demás gigantes del imaginario cinematográfico pidieran por esos trabajos, porque son inmortales. Muy al contrario que todo lo que contiene 'Eliminado', que va al mínimo del presupuesto y consigue la más absoluta bajeza de intenciones.

Más allá de su historia (que no tiene, y si lo hace tiene el mismo interés en tenerla que en resolverla) habría que lanzar una pregunta al aire: ¿realmente merece la pena invadir la cartelera con subproductos de serie Z que, por su casi negativo presupuesto tendrán la mayor de las rentabilidades, si estos se cagan sin reparo en el mínimo de calidad que todo espectador debería exigir?
Y encima hay que tenerlos bien gordos para proclamar que el rodar una sesión de Skype se trata de "una nueva narrativa". No, productores avispados, es un escupitajo en nuestra cara.

Antes los productores ponían el ingenio en conseguir permisos de rodaje, rascar dinero de donde fuera y engañar a un actor famoso para que saliera cuanto más grande en el póster mejor.
Hoy, lo ponen atraer al espectador a la sala antes de que se de cuenta de que se ríen en su cara. Y ese, y no otro, es el principal problema de 'Eliminado'.