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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Romance. Drama Con la Guerra Fría como telón de fondo, “Cold War” presenta una apasionada historia de amor entre dos personas de diferente origen y temperamento que son totalmente incompatibles, pero cuyo destino les condena a estar juntos.
21 de noviembre de 2018
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Sabes esas citas de las películas donde los protagonistas están en el cine viendo una película falsa?
Ahora son trozos de cachondeo rodados por la segunda unidad con el cameo de turno participando, pero otras veces, para beneficiar el ambiente íntimo, se optaba por un falso film artístico en blanco y negro, tan bien cuidado que no rompe la magia del momento.
Más de una vez me quedaría a verlo, a ver cómo sigue.

‘Cold War’ es precisamente eso.
Una cinta formidable en su atmósfera, en sus miradas, silencios y sonidos, que goza de tanta profundidad como una fotografía y canjea placer simbólico por verdadero sentimiento desgarrado.
Me dicen que esos dos se aman, les veo continuamente juntos, pero solo la química de sus actores me hace pensar que han compartido más de un saludo, porque de otra manera no soy capaz de empatizar con el sinvivir que arrastran cada vez que se separan.

Wiktor y Zulema cruzan miradas en unas pruebas de canto que la segunda supera con mucho caradurismo y desparpajo, llamando la atención de él, que tantas aspirantes de mirada perdida ha tenido que ver.
Ese primer toque es un regalo, un tesoro escondido de los muchos por venir, que Paweł Pawlikowski en virtuosismo total busca y favorece sin descanso: a veces, ella nos resplandece en medio de todas las caras ausentes del salón, otras él hace existir una butaca que no estaba ahí, y no son tantas las ocasiones que ambos desafían la dictadura del plano fijo para volver a encontrarse.
Son detalles dispersos, humildes, que al menos para mí no llegan a un crecimiento, y se me quedan en oasis entre el blanco y negro.

No deja de ser curioso que según lo que dicen les quema el fuego de las entrañas, pero solo les veo apasionados en esas canciones que les salen del alma, y hasta los amantes en la penumbra del río encarnan más la naturaleza del amor prohibido (preciosa estampa esa que ven sin embargo, de varios viviendo la pasión en las sombras de un París reprimido).
Tal vez era la intención, mostrar como un amor a fuego lento sobrevive por encima de otros que se consumen, pero no puedo con tanto sentimiento dicho y tan poco demostrado.

Entonces leí la dedicatoria: “para mis padres”.
Nadie puede culpar a Pawlikowski de querer rendir homenaje a sus queridos de la manera más grandiosa, sobre todo si el recorrido por la memoria se sustenta en un hilo músico-argumental tan grato para la vista como para el oído.
Pero entonces entiendo el nulo contexto, las elipsis repentinas y la poca garra general del romance: estas dos personas fueron importantes para alguien que no soy yo, y nunca podré, por mucho que les mire, superar esa barrera de tiempo que te sorprende, siempre, cuando ves que las emociones de años pasados parecían más puras.
Aún así, Pawlikowski lo intenta, y aunque a veces no llegue todo lo que desearía, durante algunos segundos evoca la esencia de esa atracción entre los dos, a ambos lados de la vieja Europa, sigilosa entre regímenes y amantes, cálida cuando el encanto de las madrugadas se ha extinguido.

Solo es una pena que el papel satinado me aleje de Zulema cuando más querría acercarme a la melancolía de su baile.
Es lo que tienen algunas fotografías, supongo.
Son preciosas vistas desde fuera, pero te gustaría haber estado allí.
Charles
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