Érase una vez un hombre que no realizaba malos actos, que no realizaba, que NO.
Érase una vez un director que no realizaba malos planos, que no dejaba un hilo suelto, que no grababa en balde.
La interpretación de los dos protagonistas, padre e hijo, son espléndidas, rozando la maestría. Sugieren una cantidad de sentimientos muy acordes al papel, sin salirse en sobresaltos. La imagen corre con ellos, ríe con ellos, llora con ellos, y sobre todo, no les fuerza a moverse, aunque sí les frena en algunos momentos. El ritmo en muy importante, pues la historia no merece honores de maravilla en cuanto a ligazón de dificultades, más bien se desmenuza con placer en una amalgama de humanas relaciones con uno mismo.
Pero hay una advertencia que he de hacer para quien decida verla: no la vean en versión doblada al castellano, es un error con mayúsculas que puede entorpecer e incluso abochornar. Trataron de dar al doblaje un tono chulesco barriobajero utilizando expresiones del madrileño castizo y un deje con tonos de siglo XIX más que de de 1948, es una verdadera pena, así que recomiendo la versión original o la subtitulada, del resto de versiones no tengo idea.
Lo mejor: la capacidad de desmigajar un personaje y una sola acción.
Lo peor: el doblaje y los papeles femeninos.