Intento imaginarme cómo debía ser un rodaje de una película así, de esta productora inglesa en concreto pero de la Hammer también por supuesto, con unos profesionales detrás de las cámaras capaces de ofrecer lo mejor de ideas muy sencillas y básicas con resultados a menudo extraordinarios. La historia de esta calavera, nada menos que perteneciente a un Marqués algo salvaje, se explica en cuatro líneas y daría para un buen cortometraje. Pero no, aquí se unen los esfuerzos de muy buenos currantes del cine y son capaces de realizar una gran película, un largometraje breve pero intenso que no debería faltar en la filmoteca de todo seguidor del género.

Nada menos que cincuenta años y fresca como una rosa. ¿Qué se puede decir a estas alturas de Peter Cushing?; si la película no es un desastre es porque en esos psicodélicos, mágicos y perturbadores últimos veinte minutos finales él lo da todo, se pone el mono de trabajo y es capaz de ofrecer una interpretación de lujo para que no decaiga. Muy sencilla, una película hecha exclusivamente en interiores, gótica, claustrofóbica a menudo, artesanal y en mi opinión merece más nota de la que tiene y de la que le doy. Como dicen por ahí tan acertadamente, me cago en mi calavera... Verla es invertir bien el tiempo.