Tomarte algo así en serio, en plan susceptible, puede suponer acabar tan enfadado que no va a valer la pena ni irse más allá de la media hora de película. Es una cuestión de perspectiva, de cambiar de chip y no ver más allá de lo que ilumina los ojos. Ese cambio, esa toma de distancia necesaria, es el camino necesario para envolverlo todo con el humor y poder digerir sin complejos la historia de un racista, supremacista, clasista y todos los epítetos que se nos ocurran que personifica nuestro Robinson blanquito, que acoge a su manera a un negro, náufrago como él, que tiene la mala suerte de llegar a esa playa unos años después del británico. Si te orientan y te ayudan a tomártelo con humor, mejor, como si fuera una comedia absurda. Pero, y ahí está la clave de mi valoración, lo cierto es que ni aún así, ni siendo una comedia, me ha hecho demasiada gracia.

Sí es cierto que hay que elogiar el papel de los dos protagonistas, aunque ver a Peter O'Toole siempre sea para mí complicado desde que lo conocí en el desierto arábico con turbante en plan Lawrence. Es innegable su buen trabajo, aunque el contenido de denuncia a través del humor negro sea muy especial y provocativo. ¿Hace gracia?; en todo caso a mí no mucha, con esa pizarra enseñando la moral justa, dando clases de capitalismo incluso, ofreciendo opciones para una vida mejor. El que tiene el fusil es el que manda. Mucha moraleja y muchas evidencias. Las aventuras es lo de menos.