Confieso que he llegado aquí sin conocer al director, ni siquiera había oído su nombre antes, así que con lo poco que había leído de la sinopsis y sin esperar gran cosa, todo a causa de una lejana y remota recomendación, he atacado "Soul Kitchen" sin grandes esperanzas. Todo lo que tiene que ver con el cine del S.XXI me repele bastante y encuentro pocos motivos para interesarme por lo que se vende a día de hoy, sin embargo me he dejado atraer por esta buena comedia a causa del tema que toca, el negocio de la cocina, y que esté hecha en Europa. Y lo que he visto me ha gustado bastante, se trata de una película que no pretende trascender, es honesta desde el inicio y no va más allá de la historia de un hombre que quiere ganarse la vida a través de su restaurante.

Lo mejor es lo que se cuece alrededor del protagonista, con una ristra de personajes variopintos que producen una atracción indudable, a menudo en nuestras vidas hay momentos en los que la realidad supera la ficción y encuentro que en esta película no sucede nada que no pudiera suceder también en nuestra ciudad. Hay intereses, malas jugadas, suerte, infortunio, pasión, amor y, como la vida misma, relaciones humanas de lo más interesantes. El favor inmenso que le hace Fatih Akin a los espectadores es el tono de humor con el que plantea el largometraje, y es que no hay nada más cierto que afirmar que hacer reír en esto del cine es una de las cosas más difíciles, y aunque "Soul Kitchen" no sea un paradigma y una obra maestra de la comedia, encuentro que alcanza su objetivo de manera eficiente en gran parte de la película. Los personajes ofrecen muchas situaciones ante las que me ha sido fácil reírme, por la simpatía y el buen rollo que desprende en general.

A menudo se dan situaciones grotescas, es cierto, pero es que aquello de pedir un gazpacho caliente y que el cocinero aparezca indignado me ha parecido sublime.