El gran Naruse no decepciona nunca. Aunque su cine estaba orientado para la distribución en su país, una vez visto por los ojos de los occidentales no queda otra que rendirse ante la calidad de sus largometrajes. Además de la distancia cultural se suma la temporal, algo que no impide que "Anzukko" pueda ser vista y disfrutada sin complejos. Su especial ética, su asimilación de las relaciones familiares y sobre todo en este caso su disposición a la resignación, son los temas que fluyen al mismo tiempo que los fotogramas en una película en la que la protagonista absoluta es una mujer que sabe mejor que nadie lo que es tener paciencia.

Naruse no es Ozu, y por supuesto no es Kurosawa, aunque en la primera parte de "Anzukko" presenciamos las idas y venidas de una familia japonesa más bien humilde, algo que lo relaciona evidentemente con Ozu, tras la decisión firme de la protagonista de casarse con quien se casa, la película sigue el ritmo de un drama matrimonial que no parece tener fin. Un drama notable, pero por suerte esta vez sin llegar al límite de la tragedia. De la figura paternal nacen muchos sentimientos contrastados, tanto por parte de la hija como por parte del yerno. En esta ocasión tampoco decepciona la riqueza de los detalles, la certeza de saber que Naruse medía cada plano y cada movimiento de cámara, la composición de las escenas y la música, etc.

Analizar el comportamiento de la protagonista nos llevaría probablemente a la misma y decepcionante conclusión: nosotros jamás aguantaríamos tanto. Asimismo el análisis de la frustración del yerno también nos lleva a unos caminos en los que el componente psicológico maneja el timón de su realidad. Naruse pone en boca del padre de familia la gran definición del matrimonio: algo así como una guerra en la que el marido apenas acaba perdiendo un instante y la esposa toda su vida.

Cuestión de oportunidades, de trenes que pasan, de azares y de decisiones que condenan tu futuro. Esto y más es Naruse en su "Anzukko", otra gran película del maestro japonés.