No es de extrañar que todo nos suene a Ozu, no sólo porque es él quien firma también el guión y por las apariciones del siempre contenido Chishu Ryu. Gran parte del valor de "La luna se levanta" se debe a las actitudes de sus personajes, que dan una lección de humanidad en muchas ocasiones. Cierto es además que las aportaciones de los personajes femeninos son determinantes y que la película sería otra sin contar con ellas. No porque quien firma la película es una mujer, no porque todo suene a Ozu (y ya sabemos la importancia del papel de la mujer en su cine), o tal vez sí, qué se yo, es la primera película que veo de Tanaka y estoy seguro que no será la última.

Apreciar el cine japonés es apreciar este tipo de películas, aunque vengan firmadas por un nombre propio menos conocido, si se llega aquí hay que estar de enhorabuena. De la ética y la moral japonesa ya se ha hablado mucho, de su sentido del deber, de la deuda con los demás, de ese humanismo universal del que todos podemos aprender algo. Aquí hay mucho de eso, de su carácter especial y las condiciones que definían su vida diaria, pero además hay una (realmente más de una) historia de amor que también es universal. No olvidemos que querer a una persona debería significar lo mismo en cualquier lugar y en cualquier momento. Pero esto es Japón, estamos en los duros años siguientes a la posguerra y aunque la esencia sea común, las condiciones son muy específicas.

Mirad la luna entonces, dicen, porque cualquiera puede estar en la misma situación, una mano agarra a otra mano, lejos de los ruidos de las grandes ciudades. Y todo se desata inevitablemente, lo que tiene que pasar pasa. Y la luna es testigo, como tantas veces.