Su peor defecto: contar un melodrama triste desde la tristeza que lo define y no desde los vasiopintos sentimientos que genera su historia; historia de tango y bolero en la que un miembro de una pareja se mantiene obsesivamente fiel a su amado, caiga quien caiga.
El relato original aspira (según su autora) a una denuncia social: la tragedia del homosexual que, en un ambiente represor, se casa y construye una familia con una vida paralela de desenfreno sexual con su propio sexo. Este personaje es el que se enamora de un pobre muchacho que sólo cuenta con él, que sólo le espera a él, que no tolera mantener una relación duradera con una chica, aunque también "puede acostarse" con ella, y lograr que ella se enamore perdidamente.
Pero lo que está en el fondo de la historia, según esta larga, lenta y tristísima película, es el amor contrariado, la terrible circunstancia de quien ama absolutamente a alguien que no le corresponde del todo, que puede sobrevivir amándole a ratos, compartiéndolo con una necesidad mayor de estar con otros: con su esposa por necesidad social, con otros hombres en enventuales relaciones callejeras. Es decir, un melodrama puro y duro, una pasión imposible, eso sí, entre hombres.
Es tan frío y pesado el resultado que sólo sus excelentes actores hacen posible llegar hasta el final sin dormirse.
Lo mejor: toda la escena final de Heath Ledger.
Lo peor: la tendencia melancólica del director, carente de energía, cuando, precisamente, cuenta con unos personajes llenos de vigor físico y espiritual.