Un sobrecogedor testimonio realizado con extraordinario talento, paciencia y capacidad de trabajo. Diez años han tardado para lograr este montaje final en el que las imágenes conforman un poema magistral eminentemente visual con una partitura sinfónica que aporta el lirismo y el dramatismo necesarios con leves toques de paz y buen humor.

Aquí hay belleza superior que corta el aliento y tragedia por la supervivencia, la ley del más fuerte que a veces se rompe por la ley del más hábil. El recorrido es completo y siempre armonioso, con un pico muy alto: la lucha durante 6 horas entre una cría de ballena blanca y sus voraces enemigos. Pero por todas partes, un mundo fascinante que cuenta con una serie de extras que enriquecen mucho el resultado final; entre otros momentos, deslumbra el del cámara de los tiburones, con qué felicidad y coraje se pasea entre ellos, así como las explicaciones técnicas y las dificultades de semejante empresa.