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Voto de Henry Morrison:
2
Acción. Ciencia ficción Tras la catástrofe nuclear, Mad Max cruza un desierto donde pierde su caravana de camellos. Llega a una ciudad donde le proponen cambiárselos a cambio de que ataque al tirano de la ciudad subterránea, un enano que fabrica gas metano con excrementos de cerdo. (FILMAFFINITY)
25 de octubre de 2009
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si las dos primeras entregas de "Mad Max" eran piezas de acción y de la ciencia ficción moderna indiscutibles, piezas de obligada parada para cualquier aficionado o profesional del cine fantástico, sencillas, pero extremadamente efectivas y entretenidas, esta tercera parte se convierte en todo lo que una saga de estas características NO debe ser. Un producto comercial, creado para ensalzar la gloria de las estrellas que participan en él, y desde luego, por motivos económicos y publicitarios. Mel Gibson ha dicho en varias ocasiones que no deseaba participar en esta entrega, pero lo hizo por amistad hacia Miller, y nosotros le entendemos. Estamos ante una violación de las reglas internas de la saga, una perversión de la cruel filosofía de supervivencia. Aquí Max no es ya un anti héroe sanguinario, cruel, que se rige por sus propias normas de justicia inflexible, sino que es un héroe (de pacotilla) que debe salvar a unos niños indefensos y explotados de un mundo horrible, y llevarlos hacia la salvación.

Desde el look desfasado de Tina Turner, a la banda sonora, muy de los ochenta en la peor expresión del término, a los ridículos parches en el guión, simplemente creados para convertir a Max en lo que nunca fue, el salvador del pueblo. El loco Max era la figura envuelta en sombras que llegaba, mataba a todo aquel que consideraba culpable y huía. Su papel nunca fue el de salvador, alguien a quien víctimas indefensas puedan abrazar y agradecer su ayuda, sino el de un asesino de asesinos. Aquí se pervierte dicha filosofía, en aras de lograr llegar a un público más amplio y comercial. Todo elemento políticamente incorrecto, que trufaban las dos anteriores cintas, han sido aquí injustamente eliminados. Se trata de un pobre colofón, de lo que pudo haber sido y no fue, pero siempre nos quedará el maravilloso díptico precedente. Una pena.
Henry Morrison
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