En Argentina sucede algo muy curioso: cuanto más presupuesto, profesionalismo y empeño se pone en una producción, más se lava su argumento. LA CALIDAD DE LA PRODUCCIÓN ES INVERSAMENTE PROPORCIONAL AL PESO DEL CONTENIDO. Las películas, cuanto más comprometidas económicamente son, mayor es la necesidad de no ofender a nadie, ni comprometerse políticamente en su discurso. Resulta un problema total, sobre todo en historias como ésta, que para colmo tratan temas inevitablemente políticos. Sospecho que éste es el resultado de una censura solapada que pocos señalan: la censura del mercado. El cine Argentino no siempre fue así, y creo que fue a partir de ésta película que se inicia la nefasta tendencia de, con enormes pompas, no decir nada. ¿ejemplos? El Clan, de Pablo Trapero; El Estudiante, de Santiago Mitre (bah, todas las que hizo); El Secreto de sus ojos; etc.

En otras palabras, hermosa fotografía, buenas interpretaciones, excelente puesta en escena, ambientación de época certera y transparente, impecable la recreación de la mansión Seré. Pero, ¿de qué vale, si el argumento no profundiza nada y sólo ofrece aquello obvio y consensuado? Ya sabemos que está mal matar y torturar, entonces, ¿algo más para decir? Ofrece un poquito del "cómo", y ahí radica la mayor virtud de la película. Pero..., ¿y los por qué, y los para qué? Ni siquiera lo sugiere escuetamente. Y no es que diga algo que a mi no me gusta, es que no dice nada. Resulta sospechosamente insípida.

Crónica de una fuga ofrece el secuestro, la detención con tortura, y la fuga. Se cierne sólo a esos hechos, como si hubieran querido hacer un explotation. Pero tampoco nos cuenta nada de esos secuestradores, más allá de que son "malos"; ni utiliza a los sujetos que comparten detención para hablarnos de la condición humana (elemento presente en todas las películas carcelarias); como así tampoco ofrece suspenso venturoso en la propia fuga.

Una pena, la verdad, tamaña sofisticación al servicio de la nada.