Con el éxito que suele tener Liam Neeson, es raro que esta película haya llegado con una promoción prácticamente nula. Supongo que son cosas de los tiempos de la pandemia y los estrenos directos en plataformas (que yo sepa no ha pasado por los cines de España, aunque puedo equivocarme).
En fin, aunque veamos al bueno de Liam portando armas, esta vez no va tan en la línea de sus venganzas. Hay acción, pero no demasiada.
Hace del típico solitario caído en desgracia y sin sentido en su vida, que solo por vivir cerca de la frontera con Méjico se mete en un buen lío por cuidar de un niño inmigrante ilegal al que persiguen unos tipos bastante malos.
Parece que los productores siguen explotando a Neeson en su faceta de acción, a pesar de su edad, y es algo a lo que estamos ya acostumbrados con él. Sin embargo, aquí es más bien un héroe a la fuerza con más facetas dramáticas.
Aparece también la “vikinga” Katheryn Winnick, a la que siempre me gusta ver en otros registros, pero que, por desgracia no termina de encontrar su hueco en el cine. En esta película sale bastante poco, la verdad.
El tema de la inmigración ilegal lo tocan de puntillas y solo es una excusa para mandar al niño y al protagonista a un viaje de carretera.
El film no parece tener un gran presupuesto ni nivel técnico. Anda muy raspadito en ritmo y calidad general. Pero, dentro de su sencillez y limitaciones, ha logrado que conecte con los personajes y que más o menos me haya parecido relativamente entretenido.
Es una “road movie” con pequeños toques de acción en la que Neeson está en su salsa. Para una tarde tonta de fin de semana, cumple. Pero no hay que pedirle demasiado, porque si no, podríamos cascarle un suspenso de nota.