Hoy en día nos puede parecer mentira, pero hubo un tiempo ya lejano en el que Christopher Lambert hacía cine medianamente decente, algo que también es aplicable a Nicolas Cage, con quien coincidió en la nauseabunda "Motorista fantasma 2".
Sea porque aún no había tocado fondo, o porque los verdaderos protagonistas son los japoneses, o incluso porque la vi por primera vez de joven cuando tenía el listón más bajo que ahora, la película me gusta moderadamente.
En realidad, si el actor principal hubiera sido otro habitual de la acción de ese momento, tipo Steven Seagal o Van Damme, la película tal cual es sería para tirarla a la basura, por lo "mindundi" que es Paul Racine.
En los 80 y 90, la cultura japonesa con ambientación actual estuvo muy de moda. Ahí tenemos "Sol naciente" o "Black rain", entre otras. Ver como las ancestrales costumbres de los samurai y ninja japoneses perviven en nuestros días tiene su punto de interés.
El presunto protagonista no es más que una mera excusa para ver un enfrentamiento entre estos dos tipos de guerreros a espada, y el escaso argumento apenas tiene importancia. Lo malo es que, con tanto personaje nipón, esto implica inevitablemente hartarse de leer subtítulos.
Pues bien, la publicidad del film es engañosa. Lambert es más o menos el protagonista, pero se pasa casi toda la película siendo protegido y haciendo bien poco. Además, no tiene tanta acción como podría parecer.
Sin lugar a dudas, los mejores momentos son la secuencia en el tren de alta velocidad y la confrontación final.
Como película de acción de artes marciales de medio pelo de los 90, está aceptable sin ser demasiado buena tampoco. Se puede ver siempre y cuando te guste el subgénero.
Solo faltaría que saliera Cary-Hiroyuki Tagawa.