No es que la película original sea muy especial ni mucho menos, pero el personaje y su saga son lo bastante famosos para que tengamos el inevitable “remake”, que personalmente no me importaba demasiado a priori.
Por lo menos, es de agradecer que no hayan hecho una simple fotocopia y le den un enfoque original con todo lo de la inteligencia artificial y la domótica, algo más creíble que Brad Dourif diciendo un hechizo en francés.
El nuevo muñeco tiene un diseño horroroso en la forma de su cara. No creo que ningún niño quisiera tenerlo realmente, incluso aunque no tuviera instintos asesinos. Además, la voz que dobla en castellano a Sheldon Cooper (“Big bang”), no ayuda mucho a que este moderno Chucky dé el más mínimo miedo.
La verdad es que este film es aún de menos terror que la original, que ya es decir porque aquella tampoco es que provocara pesadillas precisamente. De hecho, este “remake” es una fallida mezcla entre “slasher” y humor muy negro, una combinación que casi nunca termina dando buenos resultados, al menos en mi opinión.
Así que, con estos elementos, tan solo queda analizar si por lo menos es entretenida. Pues en la primera mitad de la historia yo diría que sí. Desgraciadamente, cuando empiezan las previsibles muertes, el uso del humor burdo con un nivel de comicidad de los chistes del “Google assistant” (por lo malo) y a destiempo, se carga completamente lo que podría no haber estado tan mal.
Solo ciertas escenas con un regalo y cuando aparece la madre del policía, ya me dan suficiente vergüenza ajena para que no le pueda dar el aprobado a la película. Y lo peor es que no son las únicas.
Yo sé que las películas de Chucky nunca se han tomado en serio a sí mismas. Pero en la original el único humor negro lo teníamos en las frases y las palabrotas del muñeco, y eso no me molestaba. Sin embargo aquí se han pasado tres pueblos, porque no hace la más mínima gracia, y descoloca mucho cuando, por otro lado, las muertes son bastante “gore”. Pero esta mezcla de géneros no funciona, la verdad.