Desde hace ya un tiempo evito en todo lo posible los tráilers y promociones, que casi siempre van con destripes. Pero aún voy más allá, minimizando incluso la información del argumento, para poder sorprenderme y disfrutar al máximo de una película cuando la veo por primera vez. El problema es que, con esta estrategia, a veces toca tragarse descomunales bodrios como este. Ha habido sorpresa, sí, pero negativa.
El único motivo para ver esto ha sido su pareja protagonista, pero luego he caído en la cuenta de que también han hecho boñigas importantes como “Killer Joe” y “Como locos a por el oro” por parte de Matthew, o “Passengers” por parte de Anne.
En fin, su principal problema es un argumento cogido con pinzas, que mezcla géneros, estilo e ideas en una coctelera llena de agujeros, y encima quieren que el resultado sea un pretencioso ejercicio filosófico extraño, que funciona peor que lo haría mezclar música clásica con “reguetón”, o que Santiago Segura hiciera un drama romántico.
Es un poco de “Moby Dick” en versión atunera, thriller marítimo, drama familiar y existencialismo peculiar, que resulta absolutamente lamentable.
El personaje principal tiene menos carisma y una vida menos interesante que la de un mueble de “Ikea” (que por lo menos tiene el “intringulis” de montarlo). Tengo menos empatía con él que con mis molestos vecinos, que por lo menos me causan enfado.
Por cierto, me está empezando a tocar mucho las narices ver en el cine tanto fumador compulsivo. Quitando las producciones de Disney, estoy notando una fuerte sobredosis de nicotina últimamente, que me suena a conspiración tabacalera susceptible de ser analizada por Íker Jiménez.
Sigamos. El director va de chulo usando cámara lenta y giratoria cuando le encarta. ¿Será emulación de “Matrix”, visto lo visto?
La parte de suspense tiene menos chispa que un mechero gastado, y se queda prácticamente en nada.
Jason Clarke está tan soso como en la mayoría de sus trabajos.
La cosa toca bastante fondo con el personaje de chaqueta y gafas, que parece un vendedor de inmobiliaria y que solo logra estropear aún más esta bazofia. Por no hablar del estúpido montaje de las escenas en las que aparece el niño.
Es un sinsentido, pero no porque no se entienda el guion, si no porque todo es tan absurdo que no tiene razón de ser su propia existencia. No se le puede sacar ninguna moraleja importante, salvo intentar recordar el nombre del director para no volver a ver ninguna película suya en el futuro. Y ahora que veo mis puntuaciones a otras de sus “joyas”, parece claro que a Steven Knight le tengo que echar la cruz, al menos en su cine, que sus series son otro cantar... o no. Realmente en el momento de escribir esto la única que he visto es "Taboo", y a mi crítica me remito.