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Voto de laberinto_in:
8
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6,3
9.817
Thriller. Acción
Un conocido jefe de la Yakuza (la mafia japonesa) desaparece junto con un botín de 100 millones de yenes. Su mano derecha, el sanguinario y masoquista Kakihara, y el resto del clan, emprenden su búsqueda, ya que no creen que se haya fugado. Para encontrarlo utilizarán todos los métodos que consideren oportunos, ya sea torturando o matando. Así, Kakihara consigue averiguar que lo que pensaban que era una desaparición, es en realidad un ... [+]
2 de octubre de 2010
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por el prolífico e inclasificable Takashi Miike, Ichi the killer, adaptación del manga de Hideo Yamamoto, es una de las películas más controvertidas de los últimos años debido a la violencia de algunas de sus escenas; ahora bien, más allá de esta característica, la película es extremadamente original y arriesgada.
La trama comienza con la desaparición del jefe Anjo, que desaparece con un suculento botín de 100 millones de yenes. A partir de este primer resorte, la historia se convierte en una sangrienta persecución por parte de Kakihara, su íntimo y sádico compañero yakuza, quien se obsesiona en dar con su paradero. Su investigación, le conduce hasta la figura del misterioso Ichi, un asesino implacable que puede haber sido el causante de la desaparición.
La película traza una ciudad enferma y grotesca, donde las bandas yakuzas controlan los barrios nipones a través del miedo y la extorsión, monstrando un extenso elenco de retorcidas y dolorosas torturas a través del recorrido paralelo de ambos protagonistas, quienes dejan a su paso un río de sangre y visceras. Este uso desprejuiciado, perverso e ingenioso de la violencia ha sido precursor de títulos hollywoodienses posteriores como Saw o Kill Bill.
Takashi Miike filma con maestría la película, alternando imágenes digitalizadas a cámara rápida, logrando un tono lisérgico para el film, con planos estáticos y lentos, con los que se recrea en la violencia que ejercen ambos psicópatas con sus víctimas, convirtiéndonos a los espectadores en voyeurs de lo políticamente incorrecto, de ahí su indudable mérito, pues todos tenemos una parte sádica que implora su dosis de violencia. En definitiva, una película muy recomendable para todos aquellos que tengan una mente abierta y que conciban el espacio fílmico como un juego imaginativo capacitado para superar nuestra moral.
La trama comienza con la desaparición del jefe Anjo, que desaparece con un suculento botín de 100 millones de yenes. A partir de este primer resorte, la historia se convierte en una sangrienta persecución por parte de Kakihara, su íntimo y sádico compañero yakuza, quien se obsesiona en dar con su paradero. Su investigación, le conduce hasta la figura del misterioso Ichi, un asesino implacable que puede haber sido el causante de la desaparición.
La película traza una ciudad enferma y grotesca, donde las bandas yakuzas controlan los barrios nipones a través del miedo y la extorsión, monstrando un extenso elenco de retorcidas y dolorosas torturas a través del recorrido paralelo de ambos protagonistas, quienes dejan a su paso un río de sangre y visceras. Este uso desprejuiciado, perverso e ingenioso de la violencia ha sido precursor de títulos hollywoodienses posteriores como Saw o Kill Bill.
Takashi Miike filma con maestría la película, alternando imágenes digitalizadas a cámara rápida, logrando un tono lisérgico para el film, con planos estáticos y lentos, con los que se recrea en la violencia que ejercen ambos psicópatas con sus víctimas, convirtiéndonos a los espectadores en voyeurs de lo políticamente incorrecto, de ahí su indudable mérito, pues todos tenemos una parte sádica que implora su dosis de violencia. En definitiva, una película muy recomendable para todos aquellos que tengan una mente abierta y que conciban el espacio fílmico como un juego imaginativo capacitado para superar nuestra moral.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La fuerza del filme reside en la relación obsesiva que mantienen sus dos protagonistas principales, Kakihara e Ichi, con la violencia. El primero es un yakuza sadomasoquista que disfruta con el dolor físico, tanto ajeno como propio, que se inventa dolorosas torturas para sus víctimas. El segundo es un muchacho frágil y atormentado experto en artes marciales controlado por la mente del omnipotente Jijii, quien mueve sus hilos obligándole a matar.