Una ciencia ficción diferente, con una potente fotografía e imaginería que narra una distopia alejada de todo lo que podemos esperar.
Con una imaginación sorprendente, el director Juan Diego Solanas (Nordeste), nos presenta la existencia de mundos paralelos que están uno encima del otro, y con habilidad chinesca nos sugiere que la gravedad de ambos es inversa para evitar la colisión... pero eso es la punta del iceberg y el resto del hielo lo dejo para que lo descubran las personas que no han visto la película.
Una película que puede resultar muy extraña, pero una vez metida en vereda logra atrapar al espectador como una tela de araña a prueba de tijeras. La trama es frágil, pero todo lo que mueve para ponerlo en marcha, el juego de las perspectivas, esa locura de escenarios contrapuestos conviviendo juntos son de una originalidad pocas veces vistas en el cine de los últimos años y la fotografía es de una potencia impactante. Con todo esto, es muy imperfecta, claro, y la historia de amor principal se resuelve de forma brusca y se desarrolla como cualquier buena cinta romántica. Pero es en este hecho donde se dan los conflictos más sugerentes que se han visto en el género, tanto romántico como de ciencia ficción. Porque a fin de cuentas, es una historia de amor. Es la forma de mostrar cómo se puede medrar en la sociedad gracias a los esfuerzos para alcanzar el amor perdido; pero claro, la puesta en escena es su punto fuerte.
En el tema interpretativo, el trabajo de los actores es bueno, tirando del carro durante casi toda la película un acertado Jim Sturgess (Geostorm) al que acompaña la siempre competente Kirsten Dunst (Spiderman) y un estupendo Timothy Spall (Harry Potter).
Resumiendo, Solanas se saca de la manga una de ciencia ficción diferente, que puede descolocar a los puristas (de los dos géneros) pero que deja una cinta difícil de olvidar por su arriesgada propuesta y original puesta en escena.