Estamos ante una historia como pocas, una historia de amistad de cinco muchachos; una historia que va a trasladar a muchos a su infancia, a recordar a sus amigos, las andanzas de la pandilla, los primeros amores y desamores, las primeras peleas, los primeros desengaños y desencuentros; una historia de cinco muchachos aislados y perdidos en un pueblo de mala muerte, donde nada hay que hacer, nada más que contar los chismes del vecino, y donde todo se sabe; una historia donde el simple hecho de pasar el tiempo ya es un triunfo para todos.

Pero es una pena que la película se quede en un mero intento de contar algo, un intento porque no cuaja en el espectador. Los personajes se van definiendo poco a poco, cada uno de una forma, manera y estilo, diferentes entre sí, pero con un nexo común: una amistad forzada a la fuerza debido a las circunstancias. Cada uno tiene lo suyo, lo asume y lo afronta. La película fluye sola, pero no logra transmitir la ilusión por recobrar la infancia y adolescencia de la que presumen los protagonistas. Tendrán vidas aburridas, pero les queda la inmensidad de una vida.

Se me queda floja, muy justita. Quizás un ritmo narrativo mas dinámico habría dado mas juego. Quizás otra vez será. Lo que si hay que destacar es la originalidad del guión, retrato de una sociedad donde las drogas y el alcohol en este caso brillan por su ausencia, y asistimos a una tierna infancia donde la inocencia pronto se habrá de perder, y todo ello gracias a estar a 100 km. de Buenos Aires.