Desde que supe de la existencia de "Feud: Bette and Joan" estuve interesado en ella, porque me gusta "¿Qué fue de Baby Jane?", porque me atraen las costuras de Hollywood, porque una rivalidad siempre es atractiva y porque Susan Sarandon y Jessica Lange son dos de mis actrices favoritas, y verlas juntas debía de ser un espectáculo. Y así ha resultado.

Creía que la serie se centraría más en el propio rodaje, pero ha resultado ser mucho más que la simple enemistad entre dos estrellas del cine: es la historia de dos actrices en una industria machista, en la que el paso del tiempo es su mayor enemigo y que no saben lidiar con el fracaso, pero parece que tampoco con el éxito. Sus ocho episodios se hacen cortos, las tramas transcurren a una velocidad pasmosa, lo que exige que sólo aparezca lo más trascendental, mientras que la fotografía, la banda sonora, el vestuario, el maquillaje y la estética general son impecables. Sólo un fallo: la peluca de Jessica, por Dios. Parece una mofeta.

El guion es otra de las genialidades de la serie, pues en él hallamos bombazos cada poco tiempo y litros y litros de mala baba, tensión y dolor. Es loable como en casi todas las escenas podemos escuchar auténticas burradas, desde confesiones veladas hasta miedos soterrados, pasando por rabias contenidas o, también, disparos llenos de maldad. Tal guion se fusiona a las mil maravillas con los personajes y logra que unos seres que podrían -deberían- caer muy mal, no sea así.

Respecto al reparto, sólo puedo aplaudir. Sarandon y Lange demuestran que son las mejores en lo suyo y, aunque parezca que Susan se luce más que Jessica, como ocurre en la película con Davis y Crawford, ya que su personaje es más jugoso, Lange consigue emocionar al espectador con su fragilidad y con su manía persecutoria, a veces imaginada y a veces real. Se puede decir fácilmente que ambas realizan los mejores trabajos de toda su carrera. El resto de actores no se quedan atrás, destacando a una Judy Davis sedienta de sangre, un Alfred Molina lidiando entre fieras, un Stanley Tucci en una búsqueda de éxitos de ventas constante y una Jackie Hoffman tan fiel como agotada. También es agradable ver cómo Catherine Zeta-Jones y Kathy Bates se pasean por aquí solo para contribuir a la causa.

Respecto a lo que nos explican sobre las personalidades de Bette Davis y Joan Crawford, deduzco una Davis antipática pero sincera y con gracia, con menos odio del que imaginaba, y una Crawford simpática y elegante de cara a la galería pero profundamente insegura y paranoica, menos feliz de lo que imaginaba. Y fumando y bebiendo todo el rato, lo que vienen a ser las divas más divas del lugar.

Puedo asegurar que "Feud: Bette and Joan" es una de las series del año, una que deja un poso de tristeza considerable, porque al finalizar el último episodio das por seguro que no consiguieron ser felices. Y ese es su último y mayor éxito, que lo que en un principio puede parecer un guiñol, acaba rompiéndonos como la mayor tragedia griega. Confieso que empecé la serie ansiando una pelea de gatas sangrienta y la terminé deseando un acercamiento, incluso una amistad. Es eso lo que distingue a una producción notable de una extraordinaria.