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Voto de Un Lugar de Cine:
7
Bélico. Drama Año 1940, en plena 2ª Guerra Mundial. En las playas de Dunkerque, cientos de miles de soldados de las tropas británicas y francesas se encuentran rodeados por el avance del ejército alemán, que ha invadido Francia. Atrapados en la playa, con el mar cortándoles el paso, las tropas se enfrentan a una situación angustiosa que empeora a medida que el enemigo se acerca. (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica de UN LUGAR DE CINE

"Dunkerque" es el nuevo juguete que Nolan ha puesto a disposición del público. Después de atravesar agujeros de gusano o entrar en el sueño, de un sueño, de otro sueño, su último juguete es ideal para vivir y sentir en primera persona, unos de los períodos más tristes de la humanidad: La II Guerra Mundial.

El milagro de Dunkerque, o la operación Dinamo, como también se la conoce, fue una operación de evacuación de las tropas aliadas en territorio francés (después de que Francia fuera tomada por el ejército alemán) durante la Segunda Guerra Mundial. Tuvo lugar a finales de mayo de 1940, y fue organizada por el mariscal británico John Vereker Gort.

¿Qué estrategias se diseñaron para la evacuación de casi 300.000 soldados? ¿Cómo llegaron hasta allí dichos soldados? ¿Por qué estaban cercados por el ejército alemán en aquella playa? Y lo más extraño de todo, ¿por qué el ejército alemán ordenó parar el avance de sus tropas, cuando tenían la posibilidad de aniquilar al ejército británico, con todo lo que ello significaba, para después partir hacia Inglaterra?

No es que vaya a hacer un "spoiler" de la película en estas líneas, dando respuesta a todas esas preguntas, es que nada de eso es importante en "Dunkerque".

Nolan esquiva todas las inquietudes históricas que se puedan sustraer de un hecho de tal magnitud y pone todo el peso en la capacidad de sentir que tú, como espectador, eres uno de esos soldados a los que hay que evacuar de aquella playa. El mensaje narrativo de Nolan durante toda la película se podría resumir en: "Hay que salir de aquí". Eso es todo.

Y nada de lo que sucede, se sale de ese patrón, con todo lo que ello supone. No hay giros dramáticos en los acontecimientos, ni ningún tipo de visión periférica, que te haga situar tu cabeza en otras situaciones de la batalla. Incluso cuando el que aparece en pantalla es el propio mariscal británico, sólo es para insistir en la necesidad de salir de esa maldita playa.

Siendo consciente de esta situación, el director plantea tres historias distintas, según el lugar donde nos encontremos, para seguir los acontecimientos, a través de tres planos distintos: Por tierra, donde esos 300.000 soldados esperan en la playa a ser evacuados. Por mar, donde el actor Mark Rylance, toma las riendas de la historia a través de un barco de paseo. Y por el aire, donde seguimos la estela de Tom Hardy, dentro de un "spitfire" británico.

Dicho juego de tres escenarios se complica, cuando Nolan, tan común en él, decide jugar con el tiempo, al igual que hiciera en "Origen" o "Interestelar", situando una historia de una semana, otra de un día y la última de una hora, que van a ir confluyendo según el lugar donde nos encontremos. Es importante tener ese punto claro para no perderse en las diversas situaciones que luego se van a contar.

A partir de aquí, Nolan plantea básicamente la primera experiencia cinematográfica sensorial de género bélico. Ese es el nuevo juguete que Nolan ha puesto a la venta, aunque el verano no sea en absoluto ducho para ese tipo de experiencias. Si la historia no importa, ni tampoco los personajes, de los cuales apenas sabemos nada de ellos, y por ello hay una gran falta de emotividad y cercanía a lo largo de la película, es por una decisión consciente del propio director, que aquí lo que pretende es básicamente centrar toda la atención en ti, como espectador y como visitante temporal, de un hecho histórico al cual jamás podrás volver a acercarte de la manera que él lo ha hecho.

Para ello Nolan saca toda la artillería pesada. Hoyte Van Hoytema, colaborador habitual suyo, realizando una labor excelsa en la fotografía, con un gran uso de planos subjetivos, acuérdense de la experiencia sensorial, y sacando el máximo provecho a las pocas localizaciones de las que dispone. Y Hans Zimmer en la composición musical que, es importante decirlo, toma el control de la situación en muchos momentos del film. Lo que aquí ha hecho Hans Zimmer es simplemente enorme, tanto en su complejidad, como en lo increíblemente acertado del resultado.

No solamente utiliza música original a lo largo de la película, sino que también crea variaciones de obras musicales como la sinfonía "Nimrod", compuesta por Edwar Elgar, en la cual se apoya para dar una mayor dosis de emotividad en los minutos finales,- dentro de la falta que hay en él -. Es curioso pensar que en el 2013, con el gobierno griego echando abajo la orquesta sinfónica de la radio televisión griega, los músicos salieron en señal de protesta,- aunque ya sabían que se acababan de quedar en la calle -, y tocaron esta misma pieza, que aunque parece simular una derrota mantiene un grueso hilo de esperanza.

Ver "Dunkerque" es asistir a una danza, intensa y agónica, entre la imagen y el sonido, en el cual este último siempre marca el patrón de comportamiento de la primera, y al mismo tiempo inyecta dicha sensación agónica y de tensión en el público. Es capaz de poner una nota en el aire durante muchos segundos, mientras las imágenes se suceden, para elevar esas sensaciones. Si "Dunkerque" es una experiencia satisfactoria es, en parte, gracias al enorme trabajo de Zimmer. No diré nada del maldito tic-tac del reloj, porque me parece demasiado obvio su empleo, como para detenerme en él, pero es sin duda un acierto absoluto, para acrecentar la sensación de agobio en el espectador.

Sigue en ZONA DE SPOILER por un tema de extensión, no porque se cuente ningún detalle relevante de la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Un Lugar de Cine
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