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Voto de Miquel:
8
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Western. Aventuras
Después del asesinato de su padre, Mattie Ross (Hailee Steinfeld), una chica de catorce años firmemente decidida a hacer justicia, contrata los servicios del veterano agente del Gobierno Rooster Cogburn (Jeff Bridges), borracho y excelente pistolero. Así ambos se ponen en camino y entran en territorio indio para dar caza a Tom Chaney (Josh Brolin) en compañía de LaBoeuf (Matt Damon), un ránger de Texas que busca al fugitivo por el ... [+]
25 de agosto de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama escrito y realizado por Ethan y Joel Coen. Adapta nuevamente la novela “The Grit” (1968), de Charles Portis, que adaptó en 1969 Henry Hathaway en una versión protagoniada por John Wayne. Sse proyecta por primera vez en público el 14-XII-2010 (NYC, preestreno). La acción dramática tiene lugar en los territorios del actual estado de Oklahoma (entonces llamados territorios indios) y en Fort Smith (Arkansas) en torno a 1877/78 con un epílogo en agosto de 1903.
Los protagonistas son el alguacil Rouben “Rooster” Cogburn (Bridges). Es borrachín, cruel, rústico, buen tirador, temible y eficaz. Arrastra una historia de 23 forajidos en busca y captura muertos por él o entregados a la justicia, como Sullivan, Smith y Lengua bajo la lluvia. La adolescente Mattie Ross (Steinfeld), de 14 años, hija de Frank Ross, asesinado por Tom Chaney en Fort Smith por robo, que ha huido impunemente. Mattie, la mayor de tres hermanos, organiza la persecución del asesino. Es lista, resuelta, firme, obstinada, rápida de reflejos, de palabra fácil y precisa, descarada, aguda e invencible. Encarna la figura de la austeridad y rigidez moral protestante. El ranger de Texas LaBoeuf (Damon) persigue a Tom Chaney por un asesinato en Taxas. Es estricto, de moral rígida, honesto y perseverante. Chaney (Brolin) es un asesino malvado y estúpido.
La obra recrea desde una perspectiva nueva la película de Hathaway. No es propiamente un remake, sino más bien una nueva adaptación, realizada atendiendo más que la anterior el texto original. Se trata de un trabajo excelente, que respira lirismo, sutilezas, melancolía, amargura, ironía, mordacidad y belleza. Estudia a los personajes con insólita profundidad, lo que le permite encadenar una narración cuidada, minuciosa las más de las veces y rica en referencias personales. Las diferencias de edad, de concepciones morales y motivaciones de los protagonistas, permiten a los realizadores conferir al relato una vibración que se mantiene a lo largo del relato. La narración, apoyada en la voz en off de la protagonista, comienza pausadamente hasta adquirir un ritmo justo y adecuado. Enriquecen la historia con hechos singulares y sorprendentes como el oso que cabalga o la niña que se enfrenta sola a un viejo e inflexible coronel, bragado en mil batallas, convertido en tratante de ganado, acostumbrado a pagar e imponer en los negocios la última palabra.
Late en el subtexto de los hechos una mordacidad burlona y más cáustica de lo que parece a simple vista. El papel del héroe tradicional del western es asumido por una chiquilla de 14 años, la rectitud de intenciones y la limpieza de métodos del héroe se ve contaminada por la elección del agente judicial más cruel y de moralidad más dudosa, la figura de la mano derecha del héroes se convierte en un personaje rústico, sucio, de más de 50 años, desengañado, cínico y abocado a un final próximo.
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Los protagonistas son el alguacil Rouben “Rooster” Cogburn (Bridges). Es borrachín, cruel, rústico, buen tirador, temible y eficaz. Arrastra una historia de 23 forajidos en busca y captura muertos por él o entregados a la justicia, como Sullivan, Smith y Lengua bajo la lluvia. La adolescente Mattie Ross (Steinfeld), de 14 años, hija de Frank Ross, asesinado por Tom Chaney en Fort Smith por robo, que ha huido impunemente. Mattie, la mayor de tres hermanos, organiza la persecución del asesino. Es lista, resuelta, firme, obstinada, rápida de reflejos, de palabra fácil y precisa, descarada, aguda e invencible. Encarna la figura de la austeridad y rigidez moral protestante. El ranger de Texas LaBoeuf (Damon) persigue a Tom Chaney por un asesinato en Taxas. Es estricto, de moral rígida, honesto y perseverante. Chaney (Brolin) es un asesino malvado y estúpido.
La obra recrea desde una perspectiva nueva la película de Hathaway. No es propiamente un remake, sino más bien una nueva adaptación, realizada atendiendo más que la anterior el texto original. Se trata de un trabajo excelente, que respira lirismo, sutilezas, melancolía, amargura, ironía, mordacidad y belleza. Estudia a los personajes con insólita profundidad, lo que le permite encadenar una narración cuidada, minuciosa las más de las veces y rica en referencias personales. Las diferencias de edad, de concepciones morales y motivaciones de los protagonistas, permiten a los realizadores conferir al relato una vibración que se mantiene a lo largo del relato. La narración, apoyada en la voz en off de la protagonista, comienza pausadamente hasta adquirir un ritmo justo y adecuado. Enriquecen la historia con hechos singulares y sorprendentes como el oso que cabalga o la niña que se enfrenta sola a un viejo e inflexible coronel, bragado en mil batallas, convertido en tratante de ganado, acostumbrado a pagar e imponer en los negocios la última palabra.
Late en el subtexto de los hechos una mordacidad burlona y más cáustica de lo que parece a simple vista. El papel del héroe tradicional del western es asumido por una chiquilla de 14 años, la rectitud de intenciones y la limpieza de métodos del héroe se ve contaminada por la elección del agente judicial más cruel y de moralidad más dudosa, la figura de la mano derecha del héroes se convierte en un personaje rústico, sucio, de más de 50 años, desengañado, cínico y abocado a un final próximo.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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La vieja división entre buenos y malos se presenta como una lucha desigual entre personajes rígidos y envejecidos contra un grupo de maleantes estúpidos y descuidados. El mundo legendario del Oeste se refugia en espectáculos circenses para niños en los que los viejos protagonistas rememoran sus hazañas (Wild West Show).
El estilo narrativo es sobrio, preciso y carente de excesos. La estética es marcadamente clasicista, equilibrada y a tono con el fondo al que da vida. Apuesta por un realismo sin fisuras en cuyo centro palpita el análisis del ser humano, a la manera de la tragedia griega o de los dramas y comedias de Shakespeare, Calderón o Lope de Vega. Una suma de detalles revela la impronta de los Coen, a los que se les ve trabajando a gusto y a sus anchas. Se les nota relajados y seguros. De ahí que se atrevan a iniciar el film con dos escenas sorprendentes en las que vuelcan sus dotes narrativas sin atender las convenciones de género. No olvidan el recurso repetido a la elipsis, que construyen con precisión y eficacia. Incorporan lances violentos que, como en casos anteriores, traen a la memoria sabores de Peckinpah.
La obra acumula densidad mediante la suma de niveles narrativos diferentes. Es por ello por lo que, siendo un western, es a la vez bastantes cosas más: una historia de persecución y venganza, un relato sobre un mundo en extinción, un cuento sobre la pérdida de la inocencia, una demostración de la sustitución de unos valores sociales por otros, una glosa sobre la relatividad de muchas cosas que parecen definitivas e inmutables, el elogio de la añoranza del pasado, la descripción del paso del tiempo, la exaltación de los valores de la lealtad, el arrojo, la valentía y la fortaleza, la invitación a una visión crítica de las cosas y la propuesta de un universo de sugerencias que invitan a gozar del film después de su proyección.
La banda sonora, de Carter Burwell (“No es país para viejos”, 2007), reproduce una partitura que recoge cortes de 4 himnos protestantes con los arreglos necesarios para trasmitir sentimientos de la austeridad y el rigor protestantes que encarnan la protagonista y LeBeauf. Añade un fragmento del himno tradicional “Talk About Suffering”, que combina melancolía y gozo. Hace uso de pianos, cuerdas e instrumentos tradicionales. Es pausada, lenta, tranquila y de notas profunda. La fotografía, de Roger Deakins (“No es país para viejos”), ofrece numerosos planos generales que achican las figuras y agrandan la inmensidad del paisaje. Abundan las escenas oscuras y tenebristas. Les preocupan más las sensaciones opresivas que el análisis del claroscuro. Se permiten registros de humor negro y macabro. No faltan paisajes grises con nieve, fango, humedad y frío que hiela el tuétano de los huesos.
La vieja división entre buenos y malos se presenta como una lucha desigual entre personajes rígidos y envejecidos contra un grupo de maleantes estúpidos y descuidados. El mundo legendario del Oeste se refugia en espectáculos circenses para niños en los que los viejos protagonistas rememoran sus hazañas (Wild West Show).
El estilo narrativo es sobrio, preciso y carente de excesos. La estética es marcadamente clasicista, equilibrada y a tono con el fondo al que da vida. Apuesta por un realismo sin fisuras en cuyo centro palpita el análisis del ser humano, a la manera de la tragedia griega o de los dramas y comedias de Shakespeare, Calderón o Lope de Vega. Una suma de detalles revela la impronta de los Coen, a los que se les ve trabajando a gusto y a sus anchas. Se les nota relajados y seguros. De ahí que se atrevan a iniciar el film con dos escenas sorprendentes en las que vuelcan sus dotes narrativas sin atender las convenciones de género. No olvidan el recurso repetido a la elipsis, que construyen con precisión y eficacia. Incorporan lances violentos que, como en casos anteriores, traen a la memoria sabores de Peckinpah.
La obra acumula densidad mediante la suma de niveles narrativos diferentes. Es por ello por lo que, siendo un western, es a la vez bastantes cosas más: una historia de persecución y venganza, un relato sobre un mundo en extinción, un cuento sobre la pérdida de la inocencia, una demostración de la sustitución de unos valores sociales por otros, una glosa sobre la relatividad de muchas cosas que parecen definitivas e inmutables, el elogio de la añoranza del pasado, la descripción del paso del tiempo, la exaltación de los valores de la lealtad, el arrojo, la valentía y la fortaleza, la invitación a una visión crítica de las cosas y la propuesta de un universo de sugerencias que invitan a gozar del film después de su proyección.
La banda sonora, de Carter Burwell (“No es país para viejos”, 2007), reproduce una partitura que recoge cortes de 4 himnos protestantes con los arreglos necesarios para trasmitir sentimientos de la austeridad y el rigor protestantes que encarnan la protagonista y LeBeauf. Añade un fragmento del himno tradicional “Talk About Suffering”, que combina melancolía y gozo. Hace uso de pianos, cuerdas e instrumentos tradicionales. Es pausada, lenta, tranquila y de notas profunda. La fotografía, de Roger Deakins (“No es país para viejos”), ofrece numerosos planos generales que achican las figuras y agrandan la inmensidad del paisaje. Abundan las escenas oscuras y tenebristas. Les preocupan más las sensaciones opresivas que el análisis del claroscuro. Se permiten registros de humor negro y macabro. No faltan paisajes grises con nieve, fango, humedad y frío que hiela el tuétano de los huesos.