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Voto de Miquel:
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Comedia. Drama. Romance
Nikander es un conductor de un camión de la basura, que una noche verá como su vida se complica al morirse su compañero de trabajo. Además, se enamora de Ilona, una cajera de un supermercado. Primera entrega de "La trilogía del proletariado" que se compone además de "Ariel" y "La chica de la fábrica de cerillas." (FILMAFFINITY)
7 de abril de 2012
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera entrega de la “trilogía del proletariado”, del realizador finlandés Aki Kaurismaki (“La chica de la fábrica de cerillas”, 1990). Se basa en un guión original escrito por el propio Kaurismaki. Se rueda en escenarios naturales de Helsinki y otras localidades de Finlandia. Producida por Mika Kaurismaki para Villealfa Filmproduction, se estrena el 17-X-1986 (Finlandia).
La acción dramática tiene lugar en Helsinki y localidades cercanas a lo largo de varios meses de 1986. El protagonista es Nikander (Pellonpaa), antiguo mecánico y actualmente chofer de un moderno camión de recogida diaria de residuos sólidos urbanos. Es un hombre solitario, taciturno, reservado y de pocas palabras. Se entretiene jugando al bingo, asistiendo a clases de inglés, apostando a las cartas con su amigo y oyendo música en casa o en el bar de la esquina atestado de gente que bebe y fuma. Conoce a Ilona Rajamaki (Outinen), cajera de un pequeño supermercado, que comparte piso con una compañera y que durante el último año ha sido despedida de tres trabajos diferentes. Simpatizan e inician una relación intermitente que combina encuentros, cenas de bocatas, plantones y desencuentros.
La trilogía del proletariado integra, además del film que comentamos, otros dos: “Ariel” (1988) y “La chica de la fábrica de cerillas” (1990). El realizador explora a través de ellos el mundo de frustraciones, explotación, trabajos precarios, despidos rápidos, salarios de supervivencia, exclusión social, marginación e insolidaridad que caracteriza y oprime a los asalariados sin cualificar o insuficientemente cualificados. El prortagonista puede ser un antiguo minero en paro, una muchacha que trabaja en una fábrica como apéndice de una máquina, una cajera de supermercado, la empleada de un matadero o un basurero. Se trata siempre de personas sencillas y corrientes, que carecen de futuro y de esperanzas. Arrastran vidas modestas, de escasas relaciones sociales y frecuentes apremios económicos. Viven al día, sin pensar en el mañana, porque lo que tienen no les da para más. En todos los casos ocupan un espacio social amenazado por la exclusión social y nunca exento de incidentes de marginación e insolidaridad.
El estilo narrativo es de una sorprendente austeridad, una sobriedad inusual y una parquedad dependiente de una encomiable economía de medios. Los personajes hablan poco, contienen la expresión corporal, transitan por la pantalla con caras serias y circunspectas, nunca esbozan una sonrisa o una mueca de satisfacción. El relato se ve invadido por una atmósfera de melancolía, sencillez, autenticidad y sinceridad, que despierta en el espectador sentimientos de seducción y fascinación.
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La acción dramática tiene lugar en Helsinki y localidades cercanas a lo largo de varios meses de 1986. El protagonista es Nikander (Pellonpaa), antiguo mecánico y actualmente chofer de un moderno camión de recogida diaria de residuos sólidos urbanos. Es un hombre solitario, taciturno, reservado y de pocas palabras. Se entretiene jugando al bingo, asistiendo a clases de inglés, apostando a las cartas con su amigo y oyendo música en casa o en el bar de la esquina atestado de gente que bebe y fuma. Conoce a Ilona Rajamaki (Outinen), cajera de un pequeño supermercado, que comparte piso con una compañera y que durante el último año ha sido despedida de tres trabajos diferentes. Simpatizan e inician una relación intermitente que combina encuentros, cenas de bocatas, plantones y desencuentros.
La trilogía del proletariado integra, además del film que comentamos, otros dos: “Ariel” (1988) y “La chica de la fábrica de cerillas” (1990). El realizador explora a través de ellos el mundo de frustraciones, explotación, trabajos precarios, despidos rápidos, salarios de supervivencia, exclusión social, marginación e insolidaridad que caracteriza y oprime a los asalariados sin cualificar o insuficientemente cualificados. El prortagonista puede ser un antiguo minero en paro, una muchacha que trabaja en una fábrica como apéndice de una máquina, una cajera de supermercado, la empleada de un matadero o un basurero. Se trata siempre de personas sencillas y corrientes, que carecen de futuro y de esperanzas. Arrastran vidas modestas, de escasas relaciones sociales y frecuentes apremios económicos. Viven al día, sin pensar en el mañana, porque lo que tienen no les da para más. En todos los casos ocupan un espacio social amenazado por la exclusión social y nunca exento de incidentes de marginación e insolidaridad.
El estilo narrativo es de una sorprendente austeridad, una sobriedad inusual y una parquedad dependiente de una encomiable economía de medios. Los personajes hablan poco, contienen la expresión corporal, transitan por la pantalla con caras serias y circunspectas, nunca esbozan una sonrisa o una mueca de satisfacción. El relato se ve invadido por una atmósfera de melancolía, sencillez, autenticidad y sinceridad, que despierta en el espectador sentimientos de seducción y fascinación.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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(Sigue sin espoileres/aguafiestas)
Como en otras ocasiones, el realizador rinde aquí homenaje al cine que admira y del que se siente tributario. Sergio Leone y su película “El bueno, el feo y el malo” son los destinatarios de los elogios. Se añade una secuencia fugaz dedicada a los zapatos de Nikander, que evoca a Truffaut y, sobre todo, a Buñuel. También exhibe la fascinación que siente por el mar y por el murmullo del oleaje. No faltan muestras de su afición a los coches modernos en su doble versión de camiones automáticos de carga y descarga y de turismos utilitarios. No faltan símbolos o alegorías, como la de la muerte encarnada en un veloz perro negro que huye o la de los cristales rotos. Por lo demás, exalta y elogia la pulsión del deseo, el espíritu de aventura, la espléndida belleza de la naturaleza y la búsqueda en nuevas tierras (Méjico, Estonia…) del paraíso de libertad y esperanza que merece todo ser humano.
La banda sonora suma una selección de temas tradicionales y del momento que aportan vigor y fuerza. Se oyen pianos melódicos, románticos y jazzísticos; composiciones de batería, guitarra, cuerdas y voz; cortes de acompañamiento y temas que hacen avanzar la acción. La fotografía, de Timo Salminen, en color (eastmancolor), se apoya en una cámara marcadamente estática, planos frontales de gran potencia descriptiva, un dibujo limpio y en el uso de una paleta de colores fríos, tenues y apastelados, que casa a la perfección con la parquedad expresiva del relato.
(Sigue sin espoileres/aguafiestas)
Como en otras ocasiones, el realizador rinde aquí homenaje al cine que admira y del que se siente tributario. Sergio Leone y su película “El bueno, el feo y el malo” son los destinatarios de los elogios. Se añade una secuencia fugaz dedicada a los zapatos de Nikander, que evoca a Truffaut y, sobre todo, a Buñuel. También exhibe la fascinación que siente por el mar y por el murmullo del oleaje. No faltan muestras de su afición a los coches modernos en su doble versión de camiones automáticos de carga y descarga y de turismos utilitarios. No faltan símbolos o alegorías, como la de la muerte encarnada en un veloz perro negro que huye o la de los cristales rotos. Por lo demás, exalta y elogia la pulsión del deseo, el espíritu de aventura, la espléndida belleza de la naturaleza y la búsqueda en nuevas tierras (Méjico, Estonia…) del paraíso de libertad y esperanza que merece todo ser humano.
La banda sonora suma una selección de temas tradicionales y del momento que aportan vigor y fuerza. Se oyen pianos melódicos, románticos y jazzísticos; composiciones de batería, guitarra, cuerdas y voz; cortes de acompañamiento y temas que hacen avanzar la acción. La fotografía, de Timo Salminen, en color (eastmancolor), se apoya en una cámara marcadamente estática, planos frontales de gran potencia descriptiva, un dibujo limpio y en el uso de una paleta de colores fríos, tenues y apastelados, que casa a la perfección con la parquedad expresiva del relato.