Media votos
6,7
Votos
5.206
Críticas
1.665
Listas
182
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Miquel:
8
7,7
3.447
Comedia. Romance
Lily, una carterista que se hace pasar por condesa, conoce en Venecia al famoso ladrón Gaston Monescu, quien a su vez se hace pasar por barón, y se enamoran. Gaston roba al aristócrata François Fileba y huye con Lily antes de que le descubran. Casi un año después, en París, Gaston roba un bolso con diamantes incrustados a la viuda Mariette Colet, pero se lo devuelve y la cautiva de tal forma que lo contrata como secretario. (FILMAFFINITY) [+]
10 de marzo de 2011
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia romántica realizada por Ernst Lubitsch (1892-1947), según guión de Samson Raphaelson, escrito a partir de la adaptación de Grover Jones de la obra teatral “The Honest Zinder”, del dramaturgo húngaro Aladar Laszlo. Se rueda en Paramount Studios (Hollywood, CA) con un presupuesto de 520.000 USD. Producido por Ernst Lubitsch para Paramount Pictures, se proyecta por primera vez en público el 21-X-1932 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Venecia y París, en 1931/32. El ladrón de guante blanco Gastón Manescu (Marshall), vestido con extrema elegancia, que se hace pasar por barón, se reúne para una cena romántica en la habitación de un lujoso hotel de Venecia con la sofisticada carterista Lily (Hopkins), que se hace pasar por condesa. Instalados en París, ambos se ponen a trabajar en la casa de la millonaria Mariette Colet, (Francis), propietaria de una empresa de fabricación de perfumes y colonias.
Es la primera comedia sonora de Lubitsch. La construye con los elementos habituales de sus anteriores trabajos sonoros (varias operetas, como "El desfile del amor"). Confiere a la obra un aire ligero, liviano, frívolo y desenfadado, por demás atractivo, al que se añaden numerosos enredos diseñados con la habilidad y gracia que caracterizan al realizador. Envuelve la amalgama de estos elementos en una atmósfera de seductora sofisticación y elegancia, reflejo de su manera de entender y hacer las cosas, de su estilo propio y personalísimo, inimitable e irrepetible.
En este caso, los enredos se mueven en dos direcciones simultáneas: el amor a lo ajeno y el sexo. Abundan los malentendidos, sobreentendidos, supuestos, engaños y elipsis, que no se usan aisladamente o puntualmente, sino más bien en cadenas, que llevan las situaciones a posiciones culminantes de ingenio e hilaridad. Con una elegancia exquisita, los actores se echan en cara las verdades, se desenmascaran mutuamente, se intercambian reproches y denuncias, sin perder la serenidad, las buenas formas, la compostura y el culto a la exquisitez. El retrato que compone de la sociedad americana más distinguida y aristocrática contiene trazos descriptivos de refinada ironía y un fondo de crítica acerada, dicha con tanta elegancia como aquella a la que rinden culto sus personajes.
No falta el recurso a las puertas que se abren y se cierran, aportando indicaciones y sugerencias que el espectador puede entender como expresiones de juegos amorosos o románticos, del género más audaz. Una puerta abierta o cerrada puede hablar de deslealtades amorosas, incorrecciones sociales, licencias personales para nada inocentes y de mucho más. En el ámbito de la creación de hilaridad y comicidad no se echan en falta las suplantaciones, los cambios de personalidad, las falsas atribuciones de títulos nobiliarios inexistentes y los juegos que se componen con este tipo de recursos se llevan a límites en los que el realizador demuestra su gran capacidad de imaginación y creación.
.../
La acción dramática tiene lugar en Venecia y París, en 1931/32. El ladrón de guante blanco Gastón Manescu (Marshall), vestido con extrema elegancia, que se hace pasar por barón, se reúne para una cena romántica en la habitación de un lujoso hotel de Venecia con la sofisticada carterista Lily (Hopkins), que se hace pasar por condesa. Instalados en París, ambos se ponen a trabajar en la casa de la millonaria Mariette Colet, (Francis), propietaria de una empresa de fabricación de perfumes y colonias.
Es la primera comedia sonora de Lubitsch. La construye con los elementos habituales de sus anteriores trabajos sonoros (varias operetas, como "El desfile del amor"). Confiere a la obra un aire ligero, liviano, frívolo y desenfadado, por demás atractivo, al que se añaden numerosos enredos diseñados con la habilidad y gracia que caracterizan al realizador. Envuelve la amalgama de estos elementos en una atmósfera de seductora sofisticación y elegancia, reflejo de su manera de entender y hacer las cosas, de su estilo propio y personalísimo, inimitable e irrepetible.
En este caso, los enredos se mueven en dos direcciones simultáneas: el amor a lo ajeno y el sexo. Abundan los malentendidos, sobreentendidos, supuestos, engaños y elipsis, que no se usan aisladamente o puntualmente, sino más bien en cadenas, que llevan las situaciones a posiciones culminantes de ingenio e hilaridad. Con una elegancia exquisita, los actores se echan en cara las verdades, se desenmascaran mutuamente, se intercambian reproches y denuncias, sin perder la serenidad, las buenas formas, la compostura y el culto a la exquisitez. El retrato que compone de la sociedad americana más distinguida y aristocrática contiene trazos descriptivos de refinada ironía y un fondo de crítica acerada, dicha con tanta elegancia como aquella a la que rinden culto sus personajes.
No falta el recurso a las puertas que se abren y se cierran, aportando indicaciones y sugerencias que el espectador puede entender como expresiones de juegos amorosos o románticos, del género más audaz. Una puerta abierta o cerrada puede hablar de deslealtades amorosas, incorrecciones sociales, licencias personales para nada inocentes y de mucho más. En el ámbito de la creación de hilaridad y comicidad no se echan en falta las suplantaciones, los cambios de personalidad, las falsas atribuciones de títulos nobiliarios inexistentes y los juegos que se componen con este tipo de recursos se llevan a límites en los que el realizador demuestra su gran capacidad de imaginación y creación.
.../
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
/...
Desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico, hay que destacar el uso magistral que hace del plano. Al comienzo yuxtapone varios planos de lo más diverso: una góndola que transporta la basura de los vecinos, un gondolero basurero que canta “O sole mio”, un rico que de borracho no se tiene en pie y la visión de un canal envuelto en penumbras que lleva aguas que acarician las fachadas de las casas. La suma de los cuatro planos indica, sin palabras, que nos encontramos en Venecia. Cautiva un segundo conjunto de tres planos breves (una pareja abrazada se refleja en un espejo oval, la misma pareja se ve reflejada en un espejo más pequeño y la sombra estática de un hombre y una mujer se proyecta sobre una cama de matrimonio). La combinación de los tres planos habla de una noche de amor, lujuria y sexo tan prolongada e intensa como admiten las elipsis del realizador. Por último, un plano largo único nos acerca a las figuras de dos millonarios y se aleja de ellos, dejando constancia de la soberbia, la vacuidad y la estupidez de la clase adinerada.
La fotografía, de Victor Milner, crea un trabajo de cámara muy diligente para la época del rodaje. Ofrece encuadres inferiores que agrandan las figuras, movimientos de aproximación para resaltar detalles, de alejamiento para cerrar con un cierto aire de desprecio alguna escena y numerosos planos largos que dan profundidad y extensión a la narración de los hechos. La banda sonora, de Franke Harling, ofrece fragmentos de tres composiciones: las canciones “Trouble in Paradise”, a cargo del vocalista Leo Robin; “O sole mio”, que se identifica con la ciudad de Venecia; y “Colet and Company”, que aporta sugerencias cáusticas sobre la riqueza, el deseo, los placeres carnales y el amor a varias bandas. Añade cortes de música de mandolinas y algunos segmentos de música de acompañamiento y ambientación.
Entretenida e hilarante, ingeniosa e inteligente, sofisticada y elegante, es una obra para ver con calma y saborear con delectación.
Desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico, hay que destacar el uso magistral que hace del plano. Al comienzo yuxtapone varios planos de lo más diverso: una góndola que transporta la basura de los vecinos, un gondolero basurero que canta “O sole mio”, un rico que de borracho no se tiene en pie y la visión de un canal envuelto en penumbras que lleva aguas que acarician las fachadas de las casas. La suma de los cuatro planos indica, sin palabras, que nos encontramos en Venecia. Cautiva un segundo conjunto de tres planos breves (una pareja abrazada se refleja en un espejo oval, la misma pareja se ve reflejada en un espejo más pequeño y la sombra estática de un hombre y una mujer se proyecta sobre una cama de matrimonio). La combinación de los tres planos habla de una noche de amor, lujuria y sexo tan prolongada e intensa como admiten las elipsis del realizador. Por último, un plano largo único nos acerca a las figuras de dos millonarios y se aleja de ellos, dejando constancia de la soberbia, la vacuidad y la estupidez de la clase adinerada.
La fotografía, de Victor Milner, crea un trabajo de cámara muy diligente para la época del rodaje. Ofrece encuadres inferiores que agrandan las figuras, movimientos de aproximación para resaltar detalles, de alejamiento para cerrar con un cierto aire de desprecio alguna escena y numerosos planos largos que dan profundidad y extensión a la narración de los hechos. La banda sonora, de Franke Harling, ofrece fragmentos de tres composiciones: las canciones “Trouble in Paradise”, a cargo del vocalista Leo Robin; “O sole mio”, que se identifica con la ciudad de Venecia; y “Colet and Company”, que aporta sugerencias cáusticas sobre la riqueza, el deseo, los placeres carnales y el amor a varias bandas. Añade cortes de música de mandolinas y algunos segmentos de música de acompañamiento y ambientación.
Entretenida e hilarante, ingeniosa e inteligente, sofisticada y elegante, es una obra para ver con calma y saborear con delectación.