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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
9
Romance. Drama Viena, 1900. Stefan Brand, un famoso pianista, recibe una carta de una mujer con la que mantuvo, en el pasado, una relación amorosa que ya no recuerda. Lisa es para él una desconocida, alguien que ha pasado por su vida sin dejar huella. Y, sin embargo, ella sigue apasionadamente enamorada de aquel joven músico que conoció cuando era todavía una adolescente. (FILMAFFINITY)
19 de diciembre de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Nos encontramos ante un folletín? Sí y no. Si es un folletín, está bañado en puro arte cinematográfico. Si no lo es , esto es la filmación del éxtasis místico de Santa Teresa, por lo menos.
Como en los caminos que se borran con niebla, no encontramos líneas bien marcadas en ninguna parte de esta película. Todo está difuminado: un amor incontenible y enfermizo procede de alguien que murió; la niebla se come la ciudad por la que deben ir otros paseantes reales, que han desaparecido o pasan a toda velocidad. La luz es huidiza, salvo cuando estalla en el rostro de la loca. Los viajes en tren pasan por sitios de nombre real, pero desdibujados en cartones; una melancolía inaprehensible lo baña todo; la noria del Prater, símbolo claro en algunas otras películas, no se sabe bien si existe aquí. El niño encantador vive la vida del que va hacia la fatalidad, y no hace falta que llegue la escena de la despedida en la estación para entenderlo. Una sociedad convencional protesta de vez en cuando antes de volver a sumergirse en niebla y arrebato. Y sigue la difuminación: la música llega a través de paredes, y los sonidos tienen a veces más importancia que las imágenes. Sólo la muerta se empeña en hacerse notar, por eso aparece de negro en medio de la blancura de la nieve.
Y luego está ese amor fou, quizá como nunca se vio en una pantalla. Sólo existe un personaje en la película: ella. Stefan Brand es sólo la imaginación de la perturbada, y las pocas cosas que vamos sabiendo de él son las visiones de ella. Idealizadas, casi siempre; un poco más de mujer de carne y hueso desde que aparece el niño, el cual no sale mucho pero es definitivo en la deriva de Lisa.
La película, (que tiene mucho en común con "Madame De..."), es el retrato de una obsesión psicológica enfermiza, por más que la cara de Fontaine se bañe en luces radiantes que le eliminan los defectos, como en un photoshop primitivo. Los modernos directores que van de atrevidos en el retrato de un amor más allá del equilibrio, (como el último Almodóvar, el de "La piel que habito"), palidecen ante el retrato en neblina que se nos ofrece aquí. Es el terreno límite entre lo ridículo y lo sublime, terreno pantanoso donde el gordo manchego se hunde, patético, y Ophuls nos arrebata. Basta recordar dos escenas de ambas películas que tienen que ver con escaleras, para descojonarse en Almodóvar y para llorar en Ophuls. (Lo que le gustan a este hombre los palcos y escaleras de ópera).
En fin, nos encontramos con un prodigio de sutileza, como en esa otra escalera del castillo de Blois donde Mansart rompió una cúpula para edificar otra encima, pero dejando ver mucho de la anterior. De manera análoga, el retrato de él lo vemos a través del de ella; para,al final, ver el de él solamente, que toma su decisión definitiva mirando hacia ella. Y todo sin arrancar la piel a nadie. La cúpula de arriba y la de abajo, con sendos espejos apuntándose, artificio también barroco del más barroco de los directores, del que injustamente sólo se señala su barroquismo para referirse a la sinfonía de imágenes de cada película suya. Artificio romántico también, porque el efecto es arrebatador y las lágrimas saltan en ese final.
El amor fou, loco, doloroso, tan enajenado que los poseídos ya no saben que están locos y los cuerdos tienen vocación de alcanzar, para enloquecer a su vez. La locura y la muerte a través de una Viena borrada, entrevista. El hijo como recuerdo terrible, punzante. Una película arrebatadora, irrepetible, que se irá clavando como aguja conforme vayan pasando los días después de verla. Sólo con su sonido original, por favor.
berenice
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