La primera media hora de película se hace pesada, lenta y aburrida. Después, poco a poco va cogiendo tono, a medida que van conociéndose los jóvenes protagonistas.
Lo más destacable de la película son las grandes interpretaciones de todos y cada uno de los actores, junto con la fotografía y la banda sonora. El director es como la araña que va tejiendo una tela que va causando cada vez más dolor, y provocando la impotencia del espectador, el desorden, el desconcierto, la inconexión de unas historias con otras. Pero su mayor pecado es atrapar al espectador hacia el absurdo, hacia personajes inverosímiles y situaciones que no tienen cabida en la razón humana.
No es una historia de amor, por parte de él: Es una obsesión, un sueño imposible, un deseo irrefrenable y por parte de ella un juego del que quizás alguna vez se arrepintió o tal vez nunca.