Los viernes son mi día favorito de la semana. De toda la vida, es evidente que no soy muy original que digamos. Porque no conozco a nadie, así a bote pronto, a quien le guste el lunes. Bueno, el caso es que otra de las particularidades que tengo con respecto a los viernes es que jamás he estudiado ese día, salvo en época de exámenes . Supongo que soy una afortunada porque mis carreras me lo han permitido (trabajar es otro cantar y ahí cuando lo he tenido que hacer me he jodido y punto, que no está la vida como para andarse con gilipolleces).
Tampoco he tenido nunca clases por la tarde pero ahora me ha tocado. Hoy, particularmente, no tenía ningunas ganas de ir. Pero la responsabilidad me puede, así que he terminado por acudir, afortunadamente. Y digo esto último, porque de no haber ido, me habría perdido la sorpresa que la tarde me esperaba: Cuando éramos reyes...
Este documental me ha tenido con los ojos abiertos como platos durante el tiempo que ha durado. Desde el minuto uno con la abrupta presentación de Muhammad Ali. Un tipo fanfarrón, prepotente y chulo pero también uno de los deportistas con más carisma que jamás haya visto. Los prolegómenos del combate, las diferentes personalidades de Ali y Foreman, los testimonios (especialmente Mailer y el artista negro) y, por supuesto, la música (¡qué música!). ¡Ah! Se me olvidaba también la forma en que se desarrolla, la coherencia del montaje hasta llegar al clímax final... En definitiva, una joya.