Dejando de lado un escondido maltrata a las ovejas, el espectáculo ofrecido en este contexto fantástico de vikingos despeja todas las dudas sobre si todavía es posible sorprender e impresionar a todos los públicos al mismo tiempo, profunda químicas entre mascotas y humanos, entre mascotas y entre humanos, encuentra el carácter de su protagonista y ensalza al furia nocturna a través de una amenaza de dragones alfa, una leyenda en todo momento razonable a la que quizá le falte justamente ese entrenamiento que contenía la primera parte, pero queda bien suplida con dragones más grandes y en mayores cantidades, y con tierras lejanas que abren a todo tipo de escenarios.

También gana en un rumbo más improvisado, se pasa a otra escala y sabe educar sobre el cuidado, la protección y la libertad de los animales salvajes en una lucha por el control de los dragones basada en personajes dinámicos y una estilizada historia de amor, sabe además jugar con el mal gusto y la tiranía y libra grandiosas batallas que recuerdan a las grandes y modernas películas épicas, imprimiendo su drama y haciendo sentir la cultura, y olvidando aquello del pacificador para conseguir el corazón de un jefe y el alma de un dragón, una gran historia que regresa al punto de partida sobre la lealtad y el honor sin resultar increíble... y vuelta a maltratar ovejas.