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España España · Errenteria
Voto de Irati:
6
Drama Sara ha estado sola toda su vida. Tiene 22 años y un bebé, su deseo es formar una familia junto a su hermano pequeño y el padre de su hijo. Su padre, Manuel, tras años de ausencia y al salir de la cárcel, decide reaparecer en sus vidas. Sara sabe que él es el principal obstáculo en sus planes y toma una decisión difícil: alejarlo de ella y de su hermano.
2 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una escena que siempre se quedará conmigo. Manuel (Eduard Fernández) se está marchando de casa de su hija Sara (Greta Fernández) después de hacerle unas promesas que, en el fondo, ambos saben que el viento no tardará en llevarse. Antes de irse, Sara le pregunta: ¿Me vas a llamar?. Y sigue: Es que a mí casi nunca me llama nadie. Él le responde con un escueto “Si”.

Ese instante de penumbra lo llena el rostro de Sara. Después de que su padre le asegure que lo hará, la puerta se abre fuera de campo y su cara se ilumina brevemente con la luz del rellano, esperanzada por poder contar al fin con un padre que la quiera y la saque de su soledad. En el preciso momento en que se da cuenta de que se está engañando a sí misma, de que ni su padre la va a llamar ni evitará que pase sus días sola, la puerta de casa se cierra, la luz desaparece y su rostro vuelve a perderse en la oscuridad más espesa.

Con este gesto lleno de pulsión de cine y vida, el filme activa en mí una complicidad de la que me resulta ya difícil separarme. A través de la concatenación de bellísimas sutilidades y deliberadas ausencias, Bélen Funes construye la historia de una joven de 22 años que vive, en la periferia más marginal del sistema, su día a día como una carrera de fondo: mientras se enfrenta a una precariedad laboral que le obliga, como única forma de subsistencia, al pluriempleo, tiene que encontrar tiempo para cuidar de su bebé y conseguir la custodia de su hermano, que vive en un centro de menores tras la encarcelación del padre de ambos. Y todo ello sin el mínimo acto de generosidad, como lo puede ser una caricia.

Tal es la premura de subsanar las heridas y de abrazar cualquier gesto de afección, que los motivos visuales (explícitos o no) se tornan casi hápticos. Los cortes sangrantes, los abrazos y besos robados, la cama antes compartida, un bebé como resultado, el oído malherido, una madre ausente, un robo sin objeto. Cada expresión perspicaz y cada información omitida forman un retrato punzante y figurativo de la soledad de muchas mujeres que, como Sara, calladas, ven la vida acontecer.

No han sido escasas las cómodas comparaciones que se le han hecho a LA HIJA DE UN LADRÓN con el cine de los hermanos Dardenne. Pero todas parecen esquivar una evidencia: su realizadora, Belén Funes, es mujer y no esta sujeta a las convenciones de la mirada masculina. Así, los objetivos de ambos cines es, de raíz, dispar (que no contrario). Aquí no hay una insistencia en partir de unos personajes para acabar reflexionando sobre el estado de otras cuestiones, nadie arroja juicios sobre ellos o crea incertidumbres sobre su futuro desenlace, en un ejercicio de pura intriga. No, aquí Bélen Funes cambia de cuerpo y se materializa en cámara cinematográfica. Flota alrededor de Sara, sin otra finalidad que la de acompañarla a todos los lugares, velando por ella para que nunca llegue a sus límites. Me cuesta pensar en un acto de mayor sororidad.

Leer en: https://kresalazinekluba.com/2020/03/29/festival-online-de-mujeres-de-cine-2020-la-hija-de-un-ladron-irati-crespo/
Irati
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