Un agente secreto es despedido de mala manera y toma un empleo en una casa de campo para catalogar mariposas con el dueño.
Una presentación de indudable interés llevados por un Trevor Howard como siempre perfecto, serio, muy inglés. En esa casa conocerá a la sobrina del matrimonio, y pronto se enamorarán, a pesar de que le advierten que ella padece ciertos desequilibrios al estilo de Ingrid Bergman en Luz que agoniza. Nosotros pronto veremos que el matrimonio esconde también extraños comportamientos. Unas secuencias de categoría que proyectan buenos augurios para el resto de la película.
Un crimen en la casa les hace huir y serán perseguidos por la policía y por el servicio secreto, los antiguos compañeros de él.
La huida se desarrolla de forma lineal atravesando tramos de la intriga ya con desigual fortuna narrativa. La pareja desamparada contra la maquinaria detectivesca y la jauría uniformada está bien expuesta pero falta un ápice de emoción.
spoiler:
El desenlace será trágico y, tal vez, un poco parco pero tierno. Nos quedamos mirando como se van agarraditos con la misma cara que Kenneth More.
Final parco en explicaciones porque deja en el aire el asesinato del joven trabajador de la casa quien mantenía relaciones con la mujer del coleccionista de mariposas, según se deja entrever, no se explican los motivos finales de su muerte ni se aclara el autor material del hecho.
La muerte de los padres de la muchacha muchos años antes, motivo por el cual ella guardaba recuerdos angustiosos, queda prendida con escasas explicaciones. Aunque fuera el hermano el autor material del asesinato, según declara él mismo, es obvio que la mujer lo debía saber también, pero resultan confusos los motivos de sus muertes.