Me siento orgulloso de no haber visto a este tío ni una sola vez, el luismi, como se le conoce, presintiéndole otra esponja que se multiplica por medio de esporas al estilo de los getas sin vergüenza que campan a sus anchas por este país, los que aprovechan el tirón televisivo para sumar gente de su clan y así tener más manos para ir haciendo acopio de dinero más deprisa y a espuertas.

Claros ejemplos de estas tendencias son la raposa de Pablo Motos que incluyó a su madre para hacer el gilipollas en su cada vez más repetitivo programa de hormigas, haciéndola hablar mientras entrevistaba al invitado de turno de tal forma que la pobre, sumida en el ridículo y sin otra opción que seguir sometida a su hijo, no dejaba de decir absurdeces en off que la gente reía sin saber muy bien porqué, porque la gente es muy moldeable será. Otra desgracia nacional es la mafiosa Mª Teresa Campos, con su endiosado ego, que una vez afianzada en televisión introdujo a la meloncillo de su hija Terelu, insoportable ser heredera de sus mismas ínfulas; hoy día encima aún ha podido meter a su otra e inútil hija, más fea que Picio, y, encima, todavía ha podido enchufar ante las pantallas al pobre Bigote Arrocet, en esta época de su vida marcada por su debilidad mental.

Pues sí, Paco León, otro espabilado del panorama patrio, aprovecha el tirón de su personaje originario e introduce, llegada la hora, a su clan sin más, sin goteo, a lo grande, siguiendo las directrices más efectivas para dar el golpe y aprovechar la oportunidad, la acción derivada de la cultura del pelotazo. Aquí se trata de la actuación facilona, de la tontería como base y la geta como escaparate, sin respeto por la gente que lucha sin padrinos de ninguna clase para hacerse un hueco en este negocio, ahora el clan ya está en nómina y formará parte de proyectos futuros como actores con currículum en cualquier lugar. Y eso es lo que es la Carmina en la peli, una "padrina", una Tita Corleone miserable, con cara de garduña mezcla de puerca que se permite la violencia para desalojar a los okupas de turno, mofándose de la actualidad que acosa al inocente y real ciudadano que por culpa de leyes permisivas están sin sus casas por esos motivos, pero ella sí puede echar mano de su clan para por la fuerza imponerse, eso sí, luego será una santa que bendice y besa al par de colgados que aparecen, marcados por la droga para no perder comba e ignorando la realidad; el caso es seguir engañando. Y esto es lo que es, una especie de basta mujer depredadora amenazante esquilma de vecinas y viandantes que se ríe de la honradez porque los que engañan a la Administración y al pueblo son los graciosos y los que triunfan en esta vida; esa es la verdad y así la manifiesta. Esto es Carmina y amén. Pero sepamos que la clase y el buen gusto no está en estos trileros de fortuna que carecen del estilo de los grandes cineastas de la comedia, ignoran la elegancia, la prudencia por el gusto y el respeto por el espectador y copian lo ordinario y lo zafio, como la hija que pota sobre el fregadero y luego sigue fumando al estilo del camionero más curtido que cruza Europa al volante en un tráiler de 18 ruedas, increíble; muchacha guapa y de provecho pero no me gusta; y tampoco veo la gracia en Paco León haciendo un cameo en el cementerio imitando el espíritu de aquel que lo hacía para certificar que él estuvo allí, que no podía faltar su imagen en un producto suyo, y él claro, no va a ser menos. Pues sí tio, lo eres, mucho menos. Paquito, para ti para siempre estos productos y para él que lo sepa apreciar.

Si el papel de Carmina hubiera sido para Loles León, por ejemplo, o para cualquier actriz mayor en paro, no hubiera dicho todo esto.