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Voto de Juanjo Iglesias:
7
6,7
10.202
Acción. Aventuras. Drama
Japón Feudal. El ascenso al poder del joven y sanguinario Lord Naritsugu supone una seria amenaza para la paz. Naritsugu está por encima de la ley y asesina y viola a su antojo. Afligido por esta cruel y despiadada violencia, el oficial Sir Doi llega a un acuerdo con el samurái Shinzaemon Shimada para que le ayude a acabar con el tirano. El samurái, tras reunir a un selecto grupo de guerreros, entre los que están su sobrino y su fiel ... [+]
20 de septiembre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía mucho tiempo que mi placer por el cine de Miike me llevaba a preguntarme si sería capaz de acercarse al clasicismo más académico y ser capaz de no defraudarme. Por fin ha llegado ese momento. “Jûsan-nin no shikaku”, titulada en España como “13 Asesinos”, lo ha logrado y ha sido capaz de restaurar un género como el de los samuráis, del que Kurosawa y Kobayashi fueran padres y mentores intelectuales.
Con este re-make de la película homónima que Eichi Kudo realizara en 1963, el camaleónico director nacido en Yao, se consagra a una bella mezcla de ese clasicismo que veíamos en “Los siete samuráis”, “Yojimbo” o “Kagemusha”, sólo por citar tres de las más de diez que me pasaban por la mente mientras la veía y su despiadada habilidad para narrar cinematográficamente toda actividad incisivamente sanguinolenta.
Creo que da un repaso a la época clásica japonesa, por supuesto a Kurosawa y Kobayashi, pero hay decorados que remiten con agudeza al cine de Mizoguchi y escenas relacionadas con el juego, que me recuerdan de forma quizá subjetiva a Ozu, pero su visionado me hace pensar en una especie de collage, del maravilloso cine clásico japonés.
Estructuralmente dividida en tres partes, comienza presentándonos a los personajes con una escena premonitoria de lo que será su próximo estreno, mi esperadísimo re-make de Seppuku de Masaki Kobayashi. Con el uso de un necesario narrador, suple la ausencia de metraje necesaria para llegar al gran público y nos sitúa el relato en los últimos días de la era de los samuráis, en el año 1844, cuando el oficial Sir Doi contacta con el samurái Shinzaemon Shimada para tratar de acabar con el sanguinario Lord Naritsugu, recientemente ascendido al poder.
En las dos primeras partes, mientras presenta a los personajes y plantea su aventura, desde la admirable y particular honestidad del bushido, Miike deja por completo aislado su habitual estilo vanguardista, absurdo o como quiera el crítico pertinente catalogarlo, para emular con maestría la expresividad narrativa y visual clásica de Kurosawa, cuyo eco se ve rezumar en la cinta por los cuatro costados. Con similitudes fehacientes con “Los siete samuráis”, nos presenta a ese grupo de personajes en pos de la justicia y lo hace con claras intenciones de revivir a los personajes de Takashi Shimura y Toshiro Mifune, en el clásico de 1954, idea nada despreciable, pero a la que le falta una hora de celuloide dedicada a explorar y profundizar en los personajes si se hubiera deseado cerrar una revisión honesta y concienzuda de los clásicos, que a su vez le habría hecho perder la mitad de su público.
(sigue sin spoiler)
Con este re-make de la película homónima que Eichi Kudo realizara en 1963, el camaleónico director nacido en Yao, se consagra a una bella mezcla de ese clasicismo que veíamos en “Los siete samuráis”, “Yojimbo” o “Kagemusha”, sólo por citar tres de las más de diez que me pasaban por la mente mientras la veía y su despiadada habilidad para narrar cinematográficamente toda actividad incisivamente sanguinolenta.
Creo que da un repaso a la época clásica japonesa, por supuesto a Kurosawa y Kobayashi, pero hay decorados que remiten con agudeza al cine de Mizoguchi y escenas relacionadas con el juego, que me recuerdan de forma quizá subjetiva a Ozu, pero su visionado me hace pensar en una especie de collage, del maravilloso cine clásico japonés.
Estructuralmente dividida en tres partes, comienza presentándonos a los personajes con una escena premonitoria de lo que será su próximo estreno, mi esperadísimo re-make de Seppuku de Masaki Kobayashi. Con el uso de un necesario narrador, suple la ausencia de metraje necesaria para llegar al gran público y nos sitúa el relato en los últimos días de la era de los samuráis, en el año 1844, cuando el oficial Sir Doi contacta con el samurái Shinzaemon Shimada para tratar de acabar con el sanguinario Lord Naritsugu, recientemente ascendido al poder.
En las dos primeras partes, mientras presenta a los personajes y plantea su aventura, desde la admirable y particular honestidad del bushido, Miike deja por completo aislado su habitual estilo vanguardista, absurdo o como quiera el crítico pertinente catalogarlo, para emular con maestría la expresividad narrativa y visual clásica de Kurosawa, cuyo eco se ve rezumar en la cinta por los cuatro costados. Con similitudes fehacientes con “Los siete samuráis”, nos presenta a ese grupo de personajes en pos de la justicia y lo hace con claras intenciones de revivir a los personajes de Takashi Shimura y Toshiro Mifune, en el clásico de 1954, idea nada despreciable, pero a la que le falta una hora de celuloide dedicada a explorar y profundizar en los personajes si se hubiera deseado cerrar una revisión honesta y concienzuda de los clásicos, que a su vez le habría hecho perder la mitad de su público.
(sigue sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero como todo buen director de cine o persona que se precie, el estilo propio y personal debía aparecer para dejar rúbrica, así que en la tercera parte el realizador se despoja de toda influencia para dejarse llevar por sus instintos cinematográficos y divertirnos con ultrajantes y ensangrentadas degollinas. Si en la primera parte se tomaba alguna licencia para introducir ciertos personajes de su propia y terrorífica cosecha, en esta da rienda suelta a su imaginería para orquestar espadazos, acción violenta y luchas imposibles. La curiosidad de esta parte crece concienzudamente si hacemos una comparativa con los clásicos y con la magnífica templanza de la acción de Kurosawa, que aquí queda rota por completo en pos de una espectacularidad elemental y fácil, pero lejos de convertirse en una película trivial, se precia como un excelente ejercicio de estilo y una película casi redonda.
La dirección de arte es realmente apasionante y apasionada, ya que utilizando las últimas técnicas de la paleta virtual de Postproducción en vídeo y logrando bellísimos paisajes y épicas batallas bajo la lluvia, coloreadas con inteligencia y mucho sentido común para contextualizar la época de la historia y la del estreno de la cinta, denota una preciosista intención de emular los paisajes de Mizoguchi y Kurosawa. Perdiendo originalidad, pero haciendo resurgir un género que yo mismo echo de menos profundamente.
Espero que Miike siga por mucho tiempo en este rumbo y deseo con premura el estreno de Seppuku. Un digno placer, ver al prolífico camaleónico dedicarse a hacer resurgir las más altas alternativas cinéfilas de su país.
La dirección de arte es realmente apasionante y apasionada, ya que utilizando las últimas técnicas de la paleta virtual de Postproducción en vídeo y logrando bellísimos paisajes y épicas batallas bajo la lluvia, coloreadas con inteligencia y mucho sentido común para contextualizar la época de la historia y la del estreno de la cinta, denota una preciosista intención de emular los paisajes de Mizoguchi y Kurosawa. Perdiendo originalidad, pero haciendo resurgir un género que yo mismo echo de menos profundamente.
Espero que Miike siga por mucho tiempo en este rumbo y deseo con premura el estreno de Seppuku. Un digno placer, ver al prolífico camaleónico dedicarse a hacer resurgir las más altas alternativas cinéfilas de su país.