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Voto de Antonio Morales:
6
Comedia. Fantástico Larry Stevens trabaja como reportero del Evening News de Nueva York y está a punto de celebrar sus bodas de oro con su esposa Sylvia y toda su familia. Durante la fiesta, cuenta un extraño hecho que le sucedió a fines del siglo XIX, cuando el viejo Benson, el encargado de la hemeroteca del periódico, al que apenas conocía, le entregó un ejemplar del Evening News que vaticinaba con un día de antelación las noticias que iban a producirse. (FILMAFFINITY) [+]
9 de marzo de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simpática fábula acerca de la falsedad del concepto humano del tiempo en clave de comedia. De un humor amable y desenfadado, a la vez que impregnada de un cierto tono de ironía. Una película sin ideología ni moral, mero entretenimiento en una época convulsa por la 2ª Guerra Mundial. Una amable película, en mi opinión demasiado indulgente con todo, pues los personajes no cuestionan nada, ni siquiera la posibilidad de cambiar el futuro, es una resignación absoluta. En el tratamiento de los personajes hay una cierta complacencia y eso es lo que le impide ser una gran obra, para ser sólo un juguete cómico, seguramente en manos de Frank Capra hubiese sido grandiosa, no obstante habría que destacar el excelente guión del gran Dudley Nichols y el propio René Clair.

Larry Stevens (Dick Powell), reportero del “The Evening News” a finales del siglo XIX en Nueva York, celebra con sus compañeros un ascenso. Todo habría ido bien, sin pasar de una celebración etílica como otra cualquiera, de no haber estado allí el viejo archivista Pop Benson (John Philliber), quien hablando de los anuarios que guarda le dice al joven redactor que el tiempo no existe y que la noticia siempre es una noticia, aunque haya sucedido hace años. Los periodistas acaban su fiesta en un teatrillo donde actúan el adivino Gigolini (Jack Oakie) y su sobrina Sylvia Smith (Linda Darnell) de la que se enamora nuestro protagonista. Más tarde, de vuelta a casa ebrio, se tropezará con el viejo Pop que entrega a Larry el diario del día siguiente. A partir de entonces la vida de Larry cambiará vertiginosamente, pudiendo conocer con anterioridad lo que está por suceder.

El film no excluye motivos fantásticos y oníricos sobre la inexistencia del tiempo, ambientada en redacciones de periódicos, teatros de variedades y ópera, calles y puentes solitarios semiocultos por la niebla e iluminados por luces de gas, hipódromos y hoteles, va pasando a ofrecerse poco a poco, de una forma que era muy del agrado de René Clair, es decir, entre sonrisas y ocasionales apuntes irónicos, como un relato optimista sobre la fatalidad y el destino. Cuando el cineasta abandonó Francia se llevo consigo el ideario de los buenos modales y un cierto sarcasmo en su equipaje, también la gestualidad y un cierto tono de “Slapstick” heredado del cine silente, que asoma en ocasiones. Lo menos consistente quizás sea el romance algo frío entre Larry y Sylvia lo menos acertado a pesar de la belleza y la buena actuación de la Darnell, creo que Powell era un galán relamido que no está a la altura de la fémina.
Antonio Morales
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