Tras casi 25 años desde su estreno “Misery” se ha convertido en un clásico del cine de terror por meritos propios, pues no ha perdido un ápice de su irresistible fuerza absorbente, su clima malsano, su atmósfera claustrofóbica, su desasosiego, una película turbia, sombría y sórdida, de una crueldad aterradora. Basada en la homónima novela de Stephen King y con un excelente guión de William Goldman. Reiner filma un clásico de una increíble fuerza visual y descriptiva con dos actores en estado de gracia: James Caan y Kathy Bates. Ambos protagonizan un “tour de force” extraordinario.

Paul Sheldon es un escritor poseedor de fama y fortuna, su tremendo éxito popular se lo debe a una serie de novelas rosa, protagonizada por una heroína decimonónica llamada Misery Chastain. Sin embargo, Sheldon se siente prisionero de su éxito, sometido a la adicción que despierta el personaje de Misery en millones de lectores. Pero ha decidido que muera Misery en su última entrega y cambiar de registro. Para Sheldon, la escritura es un rito: las primeras imágenes del film nos muestran en primer plano, un cigarrillo, un fósforo, una copa y una botella de “Dom Perignon”. Es la forma de finiquitar sus novelas, desde un lugar apartado en la montaña, en esta ocasión, es una novela mucho más realista y ambiciosa. De regreso a la ciudad para entregarla a su editora (Lauren Bacall), sufrirá un percance debido a la nieve y será asistido por Annie Wilkes, según ella, su fan nº 1 como lectora del que conoce todo.

Annie es una mujer solitaria y poco agraciada, de pasado oscuro y sospechoso, que da cobijo y cura en su aislada casa por motivos meteorológicos, a su idolatrado escritor, con el que comenzará una relación más cercana y personal. Pero todo cambia cuando descubre que su joven heroína Misery muere en la última entrega que acaba de adquirir, más aún, después de leer el manuscrito de la nueva novela, del que fue su ídolo, según Annie… “indecente y asquerosa”. Para Annie, que fue abandonada por su marido, las novelas de su heroína es la forma de evadirse de su soledad y frustración, sólo aliviada por su mascota… una cerdita a la que llama por el nombre de su heroína. Y por supuesto no está dispuesta a aceptar semejante afrenta.

El cineasta maneja hábilmente los recursos clásicos expresivos del género para crear la tensión narrativa (montaje paralelo, insertos de determinados objetos, movimientos de travelling, panorámicas hacia determinados lugares del decorado con objeto de llamar la atención de un peligro), el resultado es una pesadilla imborrable. La intensidad de las miradas y gestos, las angulaciones de cámara, los picados y contrapicados me recuerdan a la “Baby Jane” de Robert Aldrich. Las escenas más interesantes ocurren entre las cuatro paredes del hogar de Annie, la densidad emocional entre escritor y lectora alcanzan la máxima tensión. Una película que no goza del respeto de la crítica pero que, en mi opinión, es muy notable por las reflexiones que plantea a nivel ético, profesional por parte del escritor, psicológico y de supervivencia.